domingo, 5 de febrero de 2012

LAS NORMAS DE LA CASA DEL VINO


Estoy firmemente convencido de que debería haber una ley, norma o lo que fuera que estableciera que, alrededor de una mesa con varios comensales, y siempre al objeto de salvaguardar el derecho de éstos a pimplar sin miedo a ser acosados verbal o personalmente por terceros, o bien se prohibe hablar durante la comida o cena a aquellos participantes abstemios o simplemente moderados en el bebercio por lo que fuera, o bien se les manda directamente a tomar por culo y que no molesten.

Lo que no puede ser es que esté uno pimplando tranquila y desaforadamente tal y como es su obligación, sin el control al uso y siempre de cara a conseguir ese punto sin retorno de la borrachera en el que, ya no sólo es que uno apenas consiga balbucear nada coherente, inteligible, sino que es consciente de que diga lo que diga por esa boquita siempre será una chorrada, una insustancialidad, hip, hip, hip, ¡hurra!, y que de repente se vea acosado por los reproches domésticos de su "parientaaaaa", que si me estoy encargando todo el rato de los niños y tú no te mueves de la mesa (pues claro, hay que joderse con éstaaaa, no ves que no puedo dejar la botella sola, que si no le haces caso tú a la pobre alguien tendrá que hacérselo, y no me toques las narices que te recuerdo que esta semana servidor...). Eso o que justo en el momento álgido de la noche donde ya todo lo veo con taninos tenga que hacer frente a las puyas de la anfitriona gabacha, que si bien es cierto que la pobre padece la enfermedad esa de la abstemia (aunque me da que se está curando a marchas forzadas, a base de Lambrusco más bien...) o a las conminaciones del marido y anfitrión para que me empadrone de una vez en Asturias, reniegue de mis raíces, mi familia y hasta del bacalao para pasarme definitivamente al pixín, y no sé si también dijo algo de votar a Foro...

En fin, lo de este último pase porque también llevaba su pimple y eso lo justifica todo, que para eso estamos. Lo que no tiene ni nombre es la manía esa de querer participar en una charla o discusión de sobremesa cuando no estás lo suficientemente entonado como para hacerlo en condiciones, esto es, sin juicio alguno, desbarrando a diestro y siniestro. Porque claro, si alguno de los presentes le da por hablar con sentido común y decir cosas coherentes así no hay manera de mantener una típica discusión de borrachos ni por el forro. Además es un abuso, ya que mientras tú me vacilas a base de bien yo apenas puedo reaccionar porque tengo todas mis facultades cognitivas nadando en tempranillo. Y claro, al día siguiente me acuerdo de las chorradas que solté en mi defensa y por lo que fuera, y, joder, más abochornado no se puede estar.

De modo que, o nos mamamos todos a concienica o el que no lo haga que calle, se suba a ver la tele o se vaya directamente a tomar... Y es que tiene que haber unas mínimas normas de convivencia porque si no todo se convierte en un cachondeo, el caos etílico. La gente de fuera cree que la norma que prohibe el acceso de mujeres a las sociedades gastronómicas o txokos es una muestra intolerable de machismo (sin ir más lejos del tipo que inspira esta entrada...). Pero no, más bien es una norma preventiva para evitar que mientras estás tranquilamente de farra tu "parienta", o la que sea, te corte el rollo con impertinencias del tipo. "¿has sacado la basura antes de venir'", "creo que el niño se ha cagado" o "¿no os parece que con cuatro por cabeza ya habéis tenido suficiente?".

En fin, por lo demás como de costumbre muy bien, se reconoce y halaga -aunque no lo parezca- el detallismo habitual del anfitrión, el esmero en todo lo que hace, se agradecen las botellicas en cuestión, el pulpo estaba cojonudo, le boeuf aussi, mais je crois que la prochaine fois Madame Casanane devrait boire tout la bouteille de vin au lieu de la d´en verser dans la casserole... A mí, por cierto, me gustó mucho el postre con el mousse de limón tostado y todo.

Luego ya a la mañana y como me encontraba como una rosa, he salido a por la prensa y a ver llover, que la lluvia me pone mucho, como la nieve y el invierno en general, me pone melancólico y tal, que servidor es muy de ensoñaciones invernales, de fantasear con sus cosas, añoranzas a raudales, mistificaciones literario-terruñales otro tanto. Pero claro, para llover, llover, o nevar, nevar...

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