lunes, 20 de febrero de 2012

"Salú del fuiu y metúse nas brasas"


En la carnicería de uno de esos supermercados asturianos de mi calle. El responsable un señor maduro, cincuenta y muchos, enjuto,cara chupada mostacho cano, atendiendo a un matrimonio también maduro con el que, a saber por qué, dado que me incorporado tarde a la cola, está departiendo acerca del gremio de los galenos.

-Para mi el meyor medicu ye el que no ves en años, ho! -afirma el carnicero mientras se aplica con el cuchillo sobre unas chuletas.

-Bueno, ho, no ye pa tantu, hay de todu -responde el marido al estilo típico de esta ciudad en la que ante cualquier conato de discusión, cualquier aserto un pelín salido de tono, cualquier idea a la contra de lo convencional, de lo que se espera para no desentonar, no meterse en fregados, no dar la nota y así, el contertulio en seguida se apresura a quitar hierro al asunto, que no llegue la sangre al río, que no haya discusión posible porque todos somos buenos, todo es relativo, ¿por qué discutes tantu, ho?, y así en ese plan. Yo y el diccionario de la RAE lo llamamos pusilanimidad, aquí creo que le dicen "de buen tono".

-Que sí, ho, que yo los medicus no puedo verlos ni en pintura -el del bigote astur-húngaro con delantal y cofia todo serío, trascendente incluso, el cuchillo en alto y quieto-, yo no tengu ná que agradecerles. Mira que te digo, si yo ni tengu familia ye por culpa de los medicus, matánronme los mi padres, matánrome los mios güelus, también el mio suegru, pero esti ya no ye de la mi familia, dexaronme solo nel mundu. ¿Qué coñu tengo yo que agradecer a los médicus?

-¿Ónde vas tú cuando caes malu entós? -el marido que le pregunta al dependiente todo críspado.

-¿Que ónde voy? Prefieru morrer fartucu de tó na caleya que llevaranme pa´l hospital, oiste? -contesta el carnicero brandiendo en todo lo alto su alfanje.

-Pues voy decirte una cosina, ho -el cliente ya que pasa de pusilanimidades, se ve que el tema le pilla de cerca-, fai un tempu atoparanme un cancer nel estomagu, y si no ye polos medicus que atendieronme fenomenal no toy ya equí, oiste?

Ahora sí, ahora se entiende y mejor que bien por qué el hombre se ha indignado tanto con el discurso del carnicero, hasta el punto de abandonar la regla sacrosanta de no meterse en camisa de once varas, de dar la razón al contrario en todo momento, de no discutir así le estén tirando de los huevos con un alicate. El caso es que ahora es el carnicero el que no sabe dónde meterse, que acaba darse cuenta de que ha hablado demasiado, que la está liando y además con un cliente, a ver si va a venir el encargado a preguntar qué pasa, que tiene que cambiar de tema como sea, a toda prisa y que para ello no se le ocurre otra cosa que aprovechar la presencia inopinada de un chaval que parece ser que viene a recoger un pedido.

-¡Que tal, ho? Lo tuyo era un pitu al ajillu, voy decile a la mi compañera que preparátelo, que tá toda la mañana colos brazos cruzaus... -dice mirando al fondo del mostrador donde se encuentra una chavala de unos veinte tacos.

La chavala en cuestión es escuchar a su compañero pregonar a los cuatro vientos que lleva toda la mañana tocándose las narices y dirigirse hacia él hecha una furia, no es para menos. Éste, en cambio, no parece inmutarse, y no contento con lo dicho antes, y a saber si convencido de que alguno de los presentes le hemos reído la gracia, que va a ser que no, que lo que estamos es algo así como estupefactos, va y la remata a la vez que parece exhibir la más absurda de sus sonrisas.

-Diz la empresa que hay que contratar mocines xovenes porque son mas polifacétiques que los homes, pero yo veola toda la mañana tocándose las narices y dígome, sí que yes tú polifacética, para tocarte...

Al hombre le debía hacer mucha gracia, fijo, pero me temo que a la chavala no tanto. Como que ha sido llegar hasta él, ¿tú qué dices que me toco?, y empezar a armarse una buena. Porque claro, el hombre no iba a dar su pie a torcer, que estaba de broma, ho!, y ya se sabe, si no tienes sentido del humor, mocina, te vuelves a la cámara con la ternera roxa que yo aquí animando a la clientela con mi gracia verborreica.

En fin, si lo que quiso el tipo era desviar la atención de la conversación anterior, a fe mía que lo consiguió y con creces. Eso sí, yo en cuanto pude me fui hacia los congelados.

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