jueves, 3 de noviembre de 2011

IN MEMORIA II



A casi una semana de la muerte de Bandrés se impone una reflexión. Se impone en razón del desconcierto y disgusto que me provocan comentarios oídos en mi entorno, en boca de algunos que ya no son tan jóvenes, pero por lo que se ve sí enormemente desmemoriados, cuando me preguntan, si es que no me lo reprochan, por mi interés por la figura del abogado y político donostiarra. Aún habiendo protagonizado parte de nuestro pasado más reciente, apenas les suena, todo lo más como un nombre del pasado que al menos en ellos no ha dejado huella alguna. A otros se les nota que nunca le tuvieron demasiado aprecio y de ahí la rapidez y hasta el fastidio con el que asisten a los elogios que le han dedicado durante su sepelio.

¿Quién coño era ese Bandrés que te merece semejante homenaje, que merece una sola lágrima? Los que preguntan así tampoco suelen ser precisamente dados a recordar a nadie que no forme parte de su reducido elenco de personajes ilustres, ilustres de apenas un cuarto de hora todo lo más. El pasado o se ajusta a lo que entiendo por tal, es decir, el mundo a mi medida y de acuerdo a mis cuatro verdades como puños, mis ideas prestadas del más bruto de la cuadrilla, mi credo sagrado de lo que está bien o mal, por lo general lo que manda el gurú de mi secta y para de contar. El resto simplemente no interesa, no existió.

Pues que sepan estas generaciones que vienen por detrás con su ignorancia a cuestas, repitiendo los errores de entonces y tirando de los mismo esquemas que nos han conducido a donde estamos, que gente como Bandrés, con su honradez y valentía, y sobre todo con su ejemplo, impidió en gran medida que al menos algunos de los mocosos que por entonces nos sentíamos entre dos fuegos, cayéramos de lleno en el infierno de los maximalismos, de cabeza en la trinchera para ya no salir nunca como otros; los míos son los buenos, al enemigo ni agua, y si se le puede quitar la vida mucho mejor, una cosa menos de la que preocuparse, y desprecio, a raudales, contra todo aquel que no piense como yo. Eso es lo que hemos vivido, entre esa gente hemos crecido. Bandrés demostró que se puede ser fiel a unos principios en los que no había sitio para el hechizo fatal de la tribu, la hipocresía del Estado disfrazada de legalismos, el culto a la muerte y a la intolerancia, la mentira. Quizás por eso mismo de él se acuerdan cuatro gatos y encima van a llorarle otros tantos que en su momento sólo vieron en él a un tocacojones al que una oportuna enfermedad se lo quitó de en medio.

Que a ver quién era Bandrés, he aquí un vídeo para hacerse una idea, para que los que tenemos años recordemos y los que vienen por detrás aprendan un poco. Un video de la sesión parlamentaria informativa acerca del caso Mikel Zabaltza, el autobusero navarro de Orbaizeta que, fíjate tú, apareció ahogado en el Bidasoa con las manos atadas y luego dijo la Benemérita que había sido él quien se había lanzado de cabeza al río, tócate.... Por cierto, nunca pudieron probar su supuesta vinculación con ETA. Por otra lado, el vídeo también aparece el ministro Barrionuevo, el del GAL, sí, años antes de ir a parar al trullo por lo eso mismo, y un personaje siniestro como pocos que entonces se hizo muy conocido, el abogado de la Guardia Civil, un tal Argote de Laguardia, creo recordar, que siempre daba la cara en los casos de denuncias de tortura y similares haciendo todo lo posible para que la víctima acabara siendo la culpable. Ya digo, caras de pesadilla que protagonizaron nuestra juventud.

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