sábado, 12 de noviembre de 2011

ROMPER CON TU PAREJA



Leía hace unos días un reportaje en el que se afirmaba que tres cuartas partes de las demandas de divorcio en Francia son hechas por mujeres, que la cosa ha cambiado tanto que ahora son ellas las que llevan la iniciativa a la hora de decidirse a rompar sus matrimonios, dejarlo todo -vulgo, mandarlo a tomar por culo- para emprender una nueva vida por su cuenta y riesgo. Parece ser que ya ni siquiera les echa hacía atrás la cosa de los hijos, excusa tradicional para seguir tragando con una relación que no les satisfacía, con el capullo egoísta que según el propio reportaje dicen ver en su pareja -yo, por ejemplo, soy uno de ellos, sí, yo, yo y solo yo-. Se reclaman con derecho a una segunda oportunidad, a recuperar el tiempo perdido, a experimentar cosas nuevas que hasta entonces no habían conocido.

Pues bien, la lectura de esta noticia me ha recordado, ya una vez escondido el periódico donde venía lo más rápido posible, el espectáculo callejero de hace un par de días cuando bajaba la calle Foncalada hacia mi portal. Que resulta que al pasar a la altura de la cafetería donde desayuno todos los días, de repente que sale del interior una chica pegando gritos con el móvil en la oreja; ¡que me dejes, que no quiero saber nada más de ti!, ¿me entiendes?, ¡ya no te aguanto mas, hemos terminado! ¿te enteras? ¡¡¡SE HA ACABADO PARA SIEMPRE!!!

En eso que te quedas como congelado, tú y el resto de la peña que estaba en ese momento en la calle, procurando no girar la cabeza hacia la pava en cuestión y su espontánea perfomance callejera. Pero claro, curiosidad obliga, el morbo más bien. Así que me fijo y resulta que la mujer recién liberada, harta, de vuelta al mercado, no es otra que la chalada que vende los cupones por la mañana y que, a mí en concreto, cuando le digo con la mejor de mis sonrisas y muy educadamente, que para algo he ido a colegio de pago, que no quiero ninguno, que no consumo, se aleja de mí echando pestes que no entiendo, procuro no hacerlo, que a ver si me va a mentar la madre y entonces sí, va a saber ella lo que lo es una minusvalía. Pero bueno, tampoco es nada personal, se lo hace a cualquiera que no le compre un cupón: jurar por los bajines. Será que la chavala no estuvo muy atenta en el cursillo de la ONCE para aprender cómo atender al público, que ésta en vez de asimilar que el cliente siempre tiene la razón parece que ha llegado a la conclusión de que todos somos unos capullos por principio, eso y un tonto del culo que no sabe lo que se pierde por no pillarle el cupón, el cual, según acostumbra a anunciar a grito pelado, tiene que tocar por narices, ineluctablemente, al día siguiente.

Sea como fuere, y diferencias comerciales a un lado, el caso es que a la chavala se le veía muy decidida a romper una relación que, por lo que pudo enterarse todo el barrio, no debía complacerla demasiado, pues el pavo en cuestión no debía ser lo que se dice un Richard Gere con flores a su Julya Roberts, sino más bien el típico cerdo egoísta que aparece quieras o no a poco que ellas se pongan a rascar en cualquiera de nosotros; se le va a hacer, cosas de la biología o algo así.

Pues bien, bravo por ella, en serio, que no se diga que las asturianas desmerecen en nada a esas gabachas que llevan ahora la iniciativa en sus divorcios, separaciones, que aquí también cuando se ponen se ponen y encima a grito pelado en mitad de la calle, para que se entere todo el mundo, testigos a porrillo de lo nuestro, que quizás aquí puede que no se haya llegado todavía a los porcentajes del país vecino, pero, oyes, por algo se empieza.

No obstante, creo que me precipité en mi entusiasmo, o al menos eso es lo que deduje al día siguiente cuando entré a la cafetería por mi cafeto y me encuentro a la de los cupones en su rincón de la barra haciendo arrumacos al pavo con el que de tanto en tanto se la suele ver toda carameladita, pringosa que te cagas, que le retira el pelo de la orejita y le besuquea el cuello todo romántibobo él, palote más bien; una cosa espeluznante, pero bueno, como la camarera no les dice nada los demás a aguantarse toca.

Así que solo había sido un amago, sonoro, público, de ruptura, que luego hubo reconciliación y mejor aparcar la imaginación aquí mismo. Eso o que con el que estaba cortando era otro y éste el repuesto con el que lleva hace ya un tiempo. Si se trata de esto último, bien por ella, que de eso va, de segundas, terceras o enésimas oportunidades, de vivir, darse el gusto, intentar ser feliz o siquiera aparentarlo. En cambio, si se tratara de lo primero, malo, significaría que por mucho empeño que pongan algunas aquí todavía a años luz de nuestras vecinas gabachas...

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