jueves, 6 de junio de 2013

ARRIMARSE


Ayer al llevar los críos al cole que se me acerca una mujer de mediana edad y bien prieta de tez y carnes para llamarme la atención: "me recuerdas al Juan Luis Guerra con esa gorra y la barba". Así a bote pronto, sin conocerla de nada, con toda la sabrosura de su acento caribeño. Y yo, que a eso de las nueve de la mañana y de ahí hasta la cervecita del mediodía, soy tirando a soso, soso, pues que no supe cómo reaccionar. "Vale, gracias", creo recordar que le espeté así de primeras, como el que le dice a un guardia "lo que usted diga, agente, no volveré a ir marcha atrás y sin frenos en una carretera de montaña", vamos, para salir al paso. El caso es que tengo que reconocer que, más que asustarme, me incomodó. No suelo reaccionar bien, esto es, con un mínimo don de gentes, cuando me interpelan de improviso y más aún si es alguien desconocido. Se me antojó un susto gratuito, casi un a un palmo de una intromisión en mi sagrada intimidad, y encima para decirme que me parezco al del "ojalá llueva café en el campo", anda que..., si no le solté una de mis groserías fue porque todavía llevaba media galbana encima y tampoco quería que me acusaran de xenófobo y en ese plan. Soy así de sieso, qué se le va a hacer, generaciones de aldeanos desconfiados de todo lo de fuera no se van así como así al primero de los míos que deserta del arado para irse a vivir al asfalto. 

Pues bien, hoy a la mañana, después de dejar a los críos en su colegio, paro junto a un semáforo de la parte baja de la Calle Alejandro Casona de Oviedo, donde esperaba también una señora mayor a que éste cambie a verde sobre el bordillo de la acera, con el moño y la barriga prácticamente asomando a la carretera. Y en eso que veo de repente que se acerca un pedazo de camión ocupando todo su carril. Ha sido un instante pero no he podido evitarlo, he temido por la integridad de la señora y no he dudado en agarrarla del brazo para atraerla hacia el interior de la acera, como quien dice hacia la vida. No sé si el camión se la hubiera llevado por delante de no hacerlo, sólo sé que la señora, lejos de darme las gracias o de expresar alivio por lo que podía haberle sucedido, me ha mirado como si hubiera profanado su intimidad en grado extremo, vamos, que no ha gritado "¡socorro, que me violan" por poco, por muy poco. Y yo, tan contrariado como convencido de que a la pobre señora le estaba costando reaccionar del susto, que en cuanto se le pasase el mismo no dudaría en darme las gracias y yo, "no es nada, hombre, para eso estamos, que no toda la juventud nos damos a la droga y la obsolescencia esa", que observo como me frunce el ceño la zorra desagradecida. Pues nada, otra individua que siente pavor al arrimo de los extraños, como yo ayer con la morena. Así que vamos a respetarnos, a mantener las distancias; eso y a ver si la próxima vez se la lleva por delante un autobús, que me voy a reír un rato, total, de una u otra manera siempre acabo comportándome como un capullo.

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