miércoles, 15 de junio de 2011

BRASILIA JUNTO AL CANTÁBRICO




Llegas a Avilés, y si no sabes que allí han levantado uno de esos edificios emblemáticos, de arquitecto de relumbrón, con el fin de revitalizar la ciudad atrayendo gente de todos los lagos, puedes pensar que lo que hay al otro lado del río es una especie de aeropuerto o por el estilo. Qué si no cuando ves un remedo de torre de control, a un lado un hangar inmaculado -es un decir, que el blanco hormigón del suelo me recordó tanto al de los pabellones de los polígonos industriales -que no sé, no sé, cuánto tardará el gris ambiental en adueñarse también de la blanca excepción avilesina- y al otro el edificio de embarque con su cafetería y todo. Luego ya, después de un rato esperando ver despegar un boeing o por el estilo, te dicen que no, que te encuentras ante el conjunto emblemático en cuestión del mismo arquitecto que proyectó hace ya cinco décadas el alma etérea, sideral, de la mayoría de los edificios oficiales de Brasilia, la capital artificial de Brasil, el nonagenario Oscar Niemeyer. También más tarde, en cuanto observas el interior de los edicios, reparas en el estilo sestentero o por ahí de su mobiliario, en el entorno creado por éstos, convienes en qué, en efecto, cuanto menos has entrado en el túnel del tiempo, te han transportado de repente a los años cincuenta de la construcción de la capital brasileña en pleno interior del estado brasileño de Goias y, si no fuera porque al otro lado del día la estampa decimonónica, industrial y obrera de Avilés no deja lugar a dudas, pensarías que has venido a hacer alguna gestión en cualquiera de las sedes gubernamentales de la administración brasileña.

En fin, como poco hay que reconocer que si el propósito de los pergueñadores de la idea era recrear un entorno "vintage" con la añadidura de un conjunto arquitectónico de los cincuenta al lado de ese otro de la ciudad industrial, casi que también de esa época, en decadencia, lo han conseguido. Ahora se trata de llenar el conjunto en cuestión, que va de gestión cultural como casi todo lo que se construye ahora y no se sabe muy bien para qué, no se sabe del todo. Ya tienen el cascarón y la fundación lo que sea que lo gestionará. Como el fin último, apenas disimulado, es repetir en éxito del Gugguenheim de Bilbao, como en tantos otros sitios tras su estela, todo sea dicho, los gestores en cuestión tendrán que echar mano, no tanto de unos fondos que no hay, como de la imaginación y la buena voluntad de todo aquel que le competa. Siquiera algo más que los menus a 90€ de Arzak para visitantes de alto copete y bolsillo alegre, a ver cuántos hay de estos dispuestos a darse una vuelta por Avilés para ver... De lo contrario lo tienen crudo para atraer gente de todas partes con el único propósito de ver una cosa tan sencilla, insulsa, como el Niemeyer ese. Puede que durante un tiempo funcione el tirón de la novedad; no habrá que pagar poca publicidad ni nada. No obstante, una vez pasado éste, y teniendo en cuenta que Avilés no es precisamente una urbe con excesivos atractivos para el visitante de otras latitudes, y no seré yo quién se ponga a disertar sobre la diferencia entre el potencial turístico o simplemente cultural de una ciudad de 84.000 habitantes y otra que, en su conjunto urbano continuo, sobrepasa el medio millón. Nos dicen que el Niemeyer no compete en exclusiva a Avilés sino también a eso que llaman el triángulo astur, Avilés-Oviedo-Gijón. Suponen que el atractivo turístico de la región en su conjunto también hará lo suyo. Vale pues, ojalá, aunque ya puestos a tocar los huevos recordaría que el segundo Gugguenheim en Europa lo pusieron en Venecia, sería por algo...

Pero bueno, valga esta entrada como constatación de la perplejidad de un servidor ante lo que parece a las claras un querer repetir una jugada ya lo sucientemente conocida, querer hacerlo además con un material tan particular como el de Niemeyer. Luego ya uno es consciente que sólo por escribir esto se le echarán encima con los reproches al uso. Si eres de fuera que lo haces por despecho o desprecio, por comparación o rivalidad incluso, como si tú estuvieras en esas cosas, que por lo general te las traen al pairo. Siquiera incluso en razón de tu personalidad ya de por sí quejica, de esto va el blog, recuerdo, negativa por principio, tocapelotas en suma. Eso o cualquier otra cosa por oficiar de aguafiestas, hombre de poca fe, qué sabrás tú puto ignorante, los profanos no deberías hablar, siempre tiranto por tierra lo propio y también lo ajeno, dejad tiempo al tiempo, opinar es de pardillos, no de sesudos e iluminados que lo tienen todo tan claro, tan seguro, que por eso echan mano de las arcas públicas con una alegría que ya la querría uno para su nevera.

Anda que no le gustaría a uno que la cosa funcionara tal como preven o al menos han planificado, ya sea en parte porque uno reside en esta región, y en parte también porque, en contra de lo que creer algunos, mi primera reacción ante éste y cualquier otro proyecto de este tipo, en esta y en cualquier parte del globo terráqueo, siempre es de optimismo, de buenos deseos. Otra cosa es que, como cualquier hijo de vecino, uno sea esclavo de sus corazonadas, sus propios criterios en lo que sea, así como también de sus lagunas cognitivas y hasta de sus prejuicios de todo tipo si hace falta.

De momento, sin embargo, Avilés ha experimentado un cambio de fachada a mejor, a ciudad pequeña con casco antiguo encantador, atractivo, abundan los negocios nuevos del sector servicios y la verdad es que, sólo con haber hecho un teatro nuevo, o algo por el estilo, con su correspondiente progamación, seguro que se habría llenado los fines de semana de gente de los alrededores que no tendrían ningún inconveniente en acercarse hasta allí para, después de la función, disfrutar de una velada de copas o una cena. Nada que ver con lo de la Laboral, por supuesto, si el pequeño y precioso teatro de toda la vida de Avilés se llena siempre, por qué no lo iba a hacer uno un poco más grande, más clientes para los bares y restaurantes a la salida de la función.

En fin, qué cojones sabrá uno

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