miércoles, 1 de junio de 2011
EL ATAQUE DEL PERRO FLAUTA
De pateo como todas las artes a la altura del barrio de Otero. Servidor que iba a su puta bola con los cascos puestos escuchando el gabinete del programa de Julia Otero y meneando el paraguas con una mano. De repente que siento que una bestia me agarra de la manga del polar negro que me pongo por las tardes y tira de ella. Oigo ladridos.¿Una bestia? ¿Un turista perdido? ¿Un gitano rumano pidiendo un donativo para el palacete de su patriarca a las afueras de Bucarest? ¿Una encantadora anciana que quiere que la ayude a cruzar la carretera? Me la suda. Primera reacción soltarle un manotazo al bicho, ¡quitaaaaaaa, bicho! Segunda, igual de instintiva, levantarle el paraguas en plan disuasorio: ¡te me acerques te aplasto el cráneo de un paraguazo, monstruo! En eso que escucho la voz de su amo al otro extremo de la correa; ¡eh tú, que no te hace nada! No me tomo tiempo ni para pensar lo que voy a decir, me dejo arrastrar una vez más por la inercia del susto y mi proverbial mala hostia, vamos, que se me escapa la bestia que llevo dentro y le pego un berrido al dueño del perro que casi lo dejo tieso: ¡CAGONSANDIOOOOOS, SI QUIERES LE DEJO TAMBIÉN QUE ME MUERDA LA CHORRA! Como no me responde y más bien tira del chucho para salir al trote, me temo que acabo de destrozar la tierna infancia de un crío. Pero no, la estatura me ha confundido, no se trata de un tierno adolescente sino de un toxicómano enjuto y desdentado de los que suelen hacerse acompañar por ese tipo de perros salchicha o más bien flauta, por pequeño y alargado, si bien me da que son los chuchos los que los sacan a pasear a ellos y no al revés. Pues que casi le quito al pobre el poco aliento que le quedaba, eso si no lo he desintoxicado del susto. Y claro, yo que no era mi intención asustar a nadie, que he reaccionado por puro instinto y, claro, es que bruto soy un rato, cagonsantodo, me quedo ahí pasmado con la sensación de haberme portado como un mosso de esquadra cualquiera disolviendo concentraciones de indignados. Sí hombre, de esos que luego se jactan en las redes sociales de haberles abierto la cabeza a cuatro perroflautas y en ese plan.
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