jueves, 23 de junio de 2011

¡YO NO ANDO, YO CAMINO!


Y ya que me ha dado por hablar de mi pequeño y encantador monstruo. Anoche, como de costumbre, esto es, siguiendo un diabólico programa para desquiciar, o ya directamente para volver tarambas perdidos a sus padres, consistente en tardar en dormirse lo indecible, en despertarse a las dos horicas o menos tras haberlo conseguido, e incluso tras acariciar la idea de poder dormir un poco de seguido, en volver a hacerlo a media noche y siempre, siempre, a grito pelado. Esto sin contar que la vomitona de algunos días por la mañana tras el desayuno, de hecho ayer mismo fue tomar el bibe, volverse hacia mí y vomitarme en toda la cara sin darme tiempo a reaccionar; pues que nos empeñamos en demostrarle que no estábamos dispuestos a ceder a su chantaje llorón, de modo que resistimos como jabatos la acometida de sus increíbles pulmones todo el tiempo que hizo falta. Y en una de esas, cuando el bicho ya no podía más y parecía que se resignaba a pasar la noche en su cuna, que para y puedo oír, en mitad del hermoso silencio de la noche a eso de las dos o tres de la mañana, una voz desde la calle de un fulano que le dice a otro: YO NO ANDO, YO CAMINO, QUE ES UN MODO MUY DIFERENTE DE IR POR LA VIDA...

¡Toma ya! Precioso, pura filosofía de borracho, lógica parrandera en estado puro, ¡señores, cuidado, que anda un Sócrates suelto por las calles de Oviedo a altas horas de la madrugada!

Luego ya el puto crío reemprendió su llorera y ni filosofía etílica ni hostias, a joderse pues.

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