lunes, 20 de junio de 2011

EL EXTRAÑO VIAJE DE OVIDIO PARADES


El Extraño Viaje (Editorial Trabe) del escritor asturiano Ovidio Parades es un libro que recoge los relatos, más o menos breves, que su autor publica en su blog personal (ovidioparades.blogspot.com), nada que ver con el cúmulo de despropósito y comentarios de mal gusto que caracterizan este en el que escribo, y cuya lectura en papel confirma algunas de mis impresiones acerca de la falsa rivalidad entre los soportes digital y tradicional. En efecto, El Extraño Viaje de Ovidio Parades, está cuajado de pequeños trozos de cotidianidad, de corazonadas en blanco sobre negro a cuenta de lo que a uno le rodea, de lo que ama o detesta, de lo que preocupa y emociona, de los viajes hechos y por hacer, de aquellos de cada día alrededor de uno mismo, de la vida en suma, una vida contada sin más estridencias que la sinceridad pura y dura, con una mirada que remiten a los ojos del que ante todo parece una buena persona, puede ser leído a diario en su blog. Una lectura que, dada la sutileza, la frescura y, sobre todo, la honrada sencillez de lo que escribe y cómo lo escribe, se asemeja a una bocanada de aire fresco que uno recibe en medio de la asfixiante rutina de cada cual. Y de entre todas sus virtudes, y por mucho que llame pueda llamar la atención que sea precisamente el autor de este blog del quejica quien lo diga, la de suscitar en el ánimo del lector, y por encima de cualquier otra cosa, la sonrisa de quien reconoce en el otro la bonhomía personificada, la pluma del que te ayuda a reconciliarte, siquiera durante unos segundos, con el mundo que te rodea, contigo mismo incluso. No obstante, y por mucho que se obstinen los apóstoles del soporte digital, servidor apenas es capaz de leer sobre la pantalla media docena de estas maravillosas entradas, en seguida me canso, y no precisamente porque que acogote la escritura, si no el medio.

En el libro en papel eso no sucede ni por un momento, con el libro en la mano y las páginas corriendo una tras otra como resultado de la presteza con la que uno devora sin darse cuenta un relato tras otro, resultado, insisto, tanto de lo exquisito de una escritura sin artificios y de una honradez personal y conceptual que asombra, pero sobre todo reconforta, puro bálsamo, como de la cercanía de los temas que trata, ni más ni menos que los de la cotidianidad de su autor y que, por lo tanto, también podrían ser los de cualquiera de nosotros.

Ahora bien, habrá que reconocerlo, poco importa que a algunos les suene a pedantería o impostura, para aquellos acostumbrados a posar nuestra mirada sobre el papel durante horas, a pasar hojas según el ritmo que marca única y exclusivamente la escritura de cada texto, el placer obtenido a través del soporte llamado ya tradicional, del libro de toda la vida, no tiene parangón, siquiera sólo por el efecto anímico que provoca en el lector inveterado el hecho de poder cerrar de golpe las dos solapas del libro una vez acabado el texto cuya lectura, como la del libro que nos ocupa, nos haya sido realmente reparadora. El atracón no es el mismo, no puede ser, que ese otro que nos daríamos delante de una pantalla. Cada cosa tiene su momento y su medio, y a mí no me cabe duda de que a la mayor parte de la producción editorial tal y como la conocemos le ha llegado su hora, que tarde o temprano la mayoría de los libros que hoy vemos en las librerías serán editados única y exclusivamente para verse expuestos en las librerías digitales. No sólo ahorraremos papel, por no decir que mandaremos al paro a miles de empleados en la industria papelera, también haremos más fácil, cómodo y rápido el manejo de innumerables cantidades de textos, amén de más asequibles cantidad de títulos que ahora apenas pueden ser hallados a través de otro medio que no sean las librerías digitales con los correspondientes gastos de envíos.

Sin embargo, me temo que poco o nada puede hacer la cosa digital para proporcionar el mismo cúmulo de sensaciones que el lector de literatura obtiene a través del libro de toda la vida. No se trata solo de romanticismo, la resistencia a las nuevas tecnologías por un apego desmesurado a lo que hemos conocido toda la vida, también entran en juego conceptos más prácticos como la ductilidad, inocuidad y, en general, el fácil y hasta instintivo manejo de un diseño tan arraigado y perfecto como el del libro de toda la vida. Eso por no decir que se trata simple y llanamente de poder gozar de un texto como el de El Extraño Viaje de Ovidio Parades como lo has hecho toda la vida, de un modo que al menos tú -a saber las generaciones venideras acostumbradas desde enanos a lo digital- consideras natural, un placer único al que, siquiera al menos en lo que de verdad te proporciona dicho placer, la literatura, no estás dispuesto a renunciar; vamos, sin la sensación de que estás haciendo el amor con una muñeca hinchable.

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