martes, 14 de diciembre de 2010

ALEGRIAS DE ENRIQUE


Todávía coletean en mi ánimo el eco de la muerte de Xabier Lete, el conocido cantante y gran poeta de la lengua vasca, mejor persona imposible, y cuando no he dejado de reescuchar su música en el youtube o de releer muchos de sus mejores poemas, a mí me emocionan, me revuelven más bien... las manos heladas del amanecer (Egunsentiaren esku izoztuak), la muerte de otro grande sin par, Enrique Morente.

A mí Lete me quedaba muy cerca, qué euskaldun no ha oído desde pequeño Izarren hautsa, a qué euskaldun, por muy renegado que sea o crean otros que lo es, no se le desgarra el alma cuando oye los primeros sones de la maravillosa Xalbadorren Heriotzean, ese sublime homenaje a uno de los grandes de nuestra literatura oral, otro de la misma madera, de los que van por libre y cantan lo que ven, no lo que otros esperan que cante (tan sublime o más como el el gesto maravilloso de la gente de Urnieta durante el funeral de Lete, a las afueras de la iglesia donde se celebraba éste, cantando a coro la canción, el homenaje con mayúsculas al cantante, al poeta).

Así pues, Morente fue un descubrimiento tardió, al mismo tiempo que el flamenco como género, el genio innato de Camaron y el ese otro más personal, trabajado, inquieto, innovador, culto, valiente, comprometido, rebelde, del de Granada, exactamente lo mismo que se le podría aplicar a la obra de Lete. Tengo por ahí un par de discos suyos. Uno de ellos lo hizo en memoria de García Lorca dentro de esos trabajos experimentales a los que era tan dado y que, bueno, eran lo que eran, para pasar un buen rato y joder a los puristas más que nada. El otro es el Morente de 1996 viene en la carátula del CD que acabo de rescatar de su estantería, que impregna su inmensa personalidad a temas tradicionales del flamenco acompañado a la guitarra por otro grande, Pepe Habichuela, "DESPEGANDO" se llama. Sencillamente maravilloso, creo que es el que voy a estar escuchando toda la semana, no necesito más.

Y ha sido también en invierno, una muerte antes de la setentena, una muerte joven, pero a diferencia de la de Lete, que llevaba tiempo enfermo física y emocionalmente (había perdido a Lourde, su compañera artística y sentimental no hacía mucho), el de la de Morente ha sido del todo inesperada y por ello doble, triple o lo que sea de impactante, cruel. Una muerte con el invierno echándose encima, la estación que obsesionaba al de Oiartzun (Neguan izan zen...), la estación del año a cuyas puertas parece que empienzan a quedarse demasiados de los que sobre todo nos regalan belleza.

Creo que algunos de los versos de la elegia a R. Sije de su amigo Miguel Hernández, Compañero, que Morente musicó y cantó son el mejor homenaje que le puede rendir este humilde bloguero o lo que sea:

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.


(revisando las letras de Despegando encuentro que abundan los versos en tangos y bulerías que podrían servir para lo mismo:

Que nos van
Que nos van aniquilando
La gente anda diciendo
Y sigo por mi camino
Que las nubes destruye el viento

Yo escucho los cantos
de viejas candencias
que cantan los niños
cuando en corro juegan

Y vierten en corro
su alma que sueña
cual vierte sus aguas
en las fuentes de piedra
con monotonía
de risas eternas
que no son alegres
con lágrimas viejas
que no son amargas
y dicen tristeza


En fin, esto puede ser un no parar y servidor también tiene que ir de su corazón a sus asuntos, que decía aquel... Solo resta usar la fórmula con la que se despiden a los grandes.

AGUR ETA OHORE, MAISU!!!

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