viernes, 24 de diciembre de 2010

LA VIDA EN DIFERIDO


Yo debo ser raro de cojones, puede que solo un tanto obsóleto, si me llaman rancio tampoco me molestaría, no me entero de nada, no estoy en la onda, no al menos de lo que más le mola al personal en este nuevo milenio o así, cómo cambia todo o hacia dónde vamos, casi que de cabeza a la afasia social y poco más. Pues una vez más, mira si seré memo, que acudo, me arrastran, a la función de Navidad de la guardería o lo que sea de nuestro pequeño, venga, tira, a enternecerse un rato con los mocosetes, y oye, que como llego de los últimos ya no solo no localizo a mi retoño dando palmitas o similares, sino que además, y para mi sorpresa, me tropiezo con una marabunta con cámara digital o del móvil en ristre grabando la función. Los nenes, ni qué decir, bien pasmados con sus disfraces de angelotes para la ocasión bajo la catarata de flashes y mandatos paternos: "¡Borja, mira a papá!", "¡Sonríe a la cámara, mamoncete!". Vamos, como que por un momento me parecieron la mesa nacional al completo de Batasuna en una de sus ruedas de prensa multidudinarias para anunciar la nada cotidiana.

¿Y a qué vendrá tanta fotico y vídeo? ¡Ah sí, claro! Se me olvidaba, que ahora hay que retratarlo todo, cualquier cosa a poco que se salga de la rutina, ¡me ha salido un orzuelo!, ¡y qué haces que no lo grábas!, inmortalizar cualquier instrascendencia, levantar acta de todas las pijadas que hacen los críos: su primera vomitona, el primer moco, aquel día que el pobre se estampó contra el suelo porque su madre lo dejó solo en la cama mientras atendía la llamada de una meliflua y verborreica teleoperadora desde otro lado del Atlántico, ¡mira qué cara de susto, cómo le sangraba la cabeza! Pero sobre todo, almacenar todo el material gráfico posible para luego, en lugar de contárle la memez del día al incauto de turno, con especial predilección por parientes y amistades con más paciencia que un santo, esto es, ellas, mientras éste finge cara de infinito interés, ¡chass!, poder encasquetárselo tal que así, así fue y así se lo contamos, a todo color, doble no sé qué hostias, no pierdas detalle que luego toca el de la boda.

De este modo ya no se vive la realidad en tiempo presente, qué vulgaridad, todo lo más se graba para después, ya cuando estés en casa y la hayas pasado mediante el cable de rigor a tu ordenata, televisor o donde sea.

-¿Qué tal la función del niño, lo ha pasado bien?
-¡Yo qué sé si la estaba grabando! Ahora lo paso y en cinco minutos ya lo vemos en la tele...

Alucinante, ya no sólo la increible cantidad de documentación absurda e intrascendente que se va a almacenar para la posteridad, que va a llegar un momento que estés en una cena de familia o amigos, contando vete a saber qué anécdota de cuando estuviste con la cuadrilla de vacaciones en Cuba o en las fiestas de Boroniagoitia, y en una de esas que te emocionas y le echas imaginación a la cosa, literatura, seguro que te salta el quisquilla de turno, el oficial de toda manada que se precie, dicíendote que de eso nada, monada, que lo tiene grabado todo al detalle, tú has echado los polvos justos, lo máximo que les echaste a las rubias de aquel día fueron tus babas y si me apuras puede que hasta unas gotas del calimocho o de lo que fuera que conteniese el katxi con el que las amenazabas reteníendolas sin darte cuenta junto a la barra de una txozna a las tantas de la mañana; como que el muy quisquilla solo con hacer clip ya te ha jodido la velada. Y ya puestos para qué molestarse en contar nada, adíos a la comunicación oral, todo por email o grabado en politonos, si total acabáremos reuniéndonos frente a una de esas pantallas planas tamaño campo de tenís para ver los videos de la insoportable levedad de nuestro ser.

Pues eso, la queja del día, a la tarde prolegómenos navideños...

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