miércoles, 9 de febrero de 2011

DE LO REAL Y LO IDEAL


Que la llamada izquierda abertzale anuncie su rechazo a los métodos de ETA y de cualquier otro tipo de violencia, que declare su compromiso de defender sus ideas por medios exclusivamente políticos, incluso que contemple dentro de los estatutos de su nueva formación política el castigo de expulsión de la misma a todo aquel miembro que no condene la violencia de ETA, es simple y llanamente lo que todos los demás les hemos estado pidiendo durante décadas. Por eso mismo tiene razón Jesús Egiguren cuando afirma -pelín entusiasmado, todo hay que decirlo, pero en su caso, el del que lleva empeñado media vida en ponerle fin a esta locura contra viento y marea, se entiende perfectamente- que la puesta en escena del lunes en Bilbao con Rufi Etxeberria e Iñigo Iruin como maestros de ceremonia, veteranos batasunos que hace ya tiempo que se desmarcaron de ETA y sus métodos, si bien casi siempre de puertas para adentro, para los suyos y poco más, es el primer día de la paz en Euskadi.

Cómo no compartir dicho entusiasmo si, repito, eso era precisamente lo que estábamos buscando desde hacía más de treinta años, que la izquierda abertzale, el nacionalismo vasco de izquierda extrema surgido bajo la égida de ETA y no sólo ésta, renunciara de una vez por todas y para siempre al ejercicio de la violencia como medio para conseguir sus objetivos. Ahora bien, una vez hecha esta declaración de intenciones por parte de los antiguos batasunos, siquiera por la de su entorno, y presentados los estatutos del nuevo partido, claro que toca cogérsela con papel de fumar porque vienen de donde vienen, en concreto de gente que ha consentido y hasta colaborado en el asesinato de cientos de inocentes, de gente que ha utilizado todo tipo de triquiñuelas legales para seguir con un pie dentro del sistema y con el otro pateando a éste mismo, eso y todos los circunloquios retóricos posibles para negarse a decir lo obvio, que ETA es, ha sido y será una banda de criminales liberticidas. No obstante, una cosa es la prudencia desdeñosa hacia los que hasta hace un par de días amenazaban nuestra libertad solo por pensar distinto de ellos, y otra muy distinta cerrarse en banda a cualquier movimiento por su parte, y no sólo por inercia, sino también por pura conveniencia, ya sea ésta ética o moral, al enemigo ni agua porque no perdono el daño infligido, o lo que es peor, sospechoso y en consecuencia sumamente frívolo, electoral.

Qué otra cosa se puede deducir de ese no querer ver lo obvio por parte de la derecha española y su entorno mediático, ese ponerse la venda antes de la herida por principio, respondiendo a un guión que huele a escrito de antemano, a que nada de lo que hiciera o dijera la izquierda abertzale iba a satisfacerles simple y llanamente no están por la labor, no les interesa, ellos ya tienen su estrategia de cara a su electorado y dentro de está no cabe condescender con los hasta ahora cómplices de ETA ni un milímetro, no importa lo que éstos hagan por desmarcarse de la Organización, el PP y compañía ya tienen preparada la correspondiente pega, el no de entrada y, muy especial, la disposición a utilizar todo lo que venga de este mundo como carnaza electoral contra su adversario en el gobierno.

Porque se puede entender desde el punto de vista de las víctimas, siquiera de aquellas que así lo manifiestan, y que no son todas aunque la más de las veces interese presentárnoslas como un colectivo monolítico, el rechazo, el asco, hacia cualquier manifestación de palabra o hecho por parte de los cómplices políticos de ETA. No podemos esperar ni tenemos derecho a pedirles que perdonen en aras de la convivencia, que apuesten junto a los demás por el nuevo escenario que se abre en el País Vasco. Se trata de un ejercicio de infinita generosidad al que no tienen por qué estar dispuestas. Es humanamente comprensible que nieguen el perdón a los que tanto daño les han hecho. Eso y que el odio, asco o lo que sea que albergan hacia esta gente les impida atisbar ni el más mínimo gesto de arrepentimiento, cambio o lo que sea. Se puede entender incluso que políticamente deseen el aniquilamiento total de la izquierda abertzale, siquiera su ostracismo denifitivo e irrevocable. Sin embargo, deberían entender que su dolor no puede hipotecar las esperanzas de sus conciudadanos, hartos de tantos años de sectarismo asesino, de tanto paisaje de humo y sangre, de tanta fractura social y humana a todos los niveles, de tanta herida por cicatrizar, de vivir en la anormal cotidianidad de una sociedad enferma como la vasca.

Porque esa es la realidad en la que la inmensa mayoría de los vascos, de un lado y otro, hemos vivido y vivimos, con la que nos encontramos y la que tenemos, deseamos, cambiar a mejor. Para ello, sin embargo, no podemos echar mano de lo que consideraríamos ideal según los intereses o la manera de pensar de cada cual. Los que aborrecemos de ETA y sus crímenes, los que hemos asistido o padecido el sectarismo cómplice o equidistante de sus simpatizantes, podríamos caer en la tentación de pedirles que nos pidieran perdón antes de aceptarles de nuevo en la escena política con todos los derechos. Pero sería lo ideal, no lo real, que en lo sustancial es ni más ni menos que lo encontramos en el alma humana, de todo como en botica, pero en estos casos casi nunca lo que nos gustaría de verdad, lo que creemos justo, ético, lo que pensamos. Sólo es lo que dicta la ley para poder ser, bien que ésta haya sido confeccionada a gusto de quien la ha hecho. Porque fantasear incluso con un arrepentimiento de la mayoría batasunera previo a una petición de perdón al conjunto de la sociedad, por no hablar ya de su renuncia a unos fines a los que tienen todo el derecho de aspirar por mucho que les escuece a los que si pudieran también les ilegalizarían por ello en un curioso ejercicio de normalidad democrática, es eso, ciencia ficción. No ocurrirá aquí como no ocurrió en Irlanda del Norte, nuestro referente ya casi que canónico, al menos no en un primer momento y de boca de los principales protagonistas. Si llega será paso a paso como ya está sucediendo allí con los contactos entre víctimas de un lado y otro, el acercamiento progresivo entre comunidades por parte de sus miembros más activos y valientes. Una regeneración moral a partir del mea culpa que para ser sincera deberá serlo individual y por lo tanto con cuentagotas. Pensar que el que hasta hace un par de días coreaba ¡ETA MATALOS! va a venir a pedirnos disculpas, a arrepentirse de su pasado e incluso a renegar de sus ideas, sólo porque ha llegado a la conclusión de que por la vía de la bomba y el tiro en la nuca no iba a ninguna parte, no sólo es ingenuo, es frívolo, no es real, sería lo ideal, pero no.

Claro que siempre nos podemos sentar a esperar otros treinta años a que ocurra algo así, exactamente lo que desearían las víctimas en el caso de estar dispuestas a considerar algo parecido al perdón, y también lo que propugna la derecha española y sus comparsas de la prensa doctrinaria y hasta mercenaria. Claro que a éstos, de los que se podría esperar y hasta exigir una amplitud de miras más allá de lo meramente emotivo, instintivo, panfletario, esto es, como mínimo cierta perspectiva política o histórica de cara a crear las bases para un futuro sin violencia y acaso también una hipotética y todo lo rápida y profunda que se pueda reconciliación dentro de la sociedad vasca, no parece interesarles que la declaración del otro día sea de verdad el primer día de la paz en Euskadi. Y no parece interesarles sólo porque lo que puede ser real no vaya a ser desde luego su ideal, aquello que parece implícito en su código genético, su gran baza electoral, la única que están dispuestos a aceptar porque saben que es lo que esperan de ellos en este país sin matices, este país del blanco o el negro, conmigo o contra mí, lo que yo digo o nada de nada, España una y grande, sí, pero sólo la mía, a la otra ni agua. No tanto el fin de la violencia o el castigo de los criminales, como la eliminación siquiera política de aquellos que les apoyaban, por eso abundan las voces entre ellos que aseguran que sus ideas también están de sobra, no son aceptables de acuerdo con su concepto de democracia, y ya que no pueden con el conjunto del nacionalismo vasco, al menos no de momento, qué menos que aprovechar la situación para confundir la responsabilidad penal con la política. Cae en terreno abonado, el rechazo, cuando no el odio, no sólo a todo lo que huela a batasuno sino también a nacionalismo vasco, a abertzale en suma, a querer reivindicar una sola de las ideas que también compartían los terroristas, lo de menos es la paz en Euskal Herria, el futuro de ésta, eso todo lo más son cosas de vascos que llevan siglos tocándonos los cojones con sus pretensiones identitarias, ya les tocará, ya, tenemos periódicos para difundir el odio, jueces que cierran periódicos y detienen a malsalva, aunque luego todo quede en nada, aunque la justicia parezca a servicio de la coyuntura política y poco más, pero calumnia que algo queda, la verdad no es que sea subjetiva, es que es mía y de nadie más, y si no y para no perder la costumbre no habrá paz hasta que:cautivo y desarmado el entorno abertzale, el independentismo vascongado ha sido desactivado. ¡Viva la democracia a la española!

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