viernes, 11 de febrero de 2011

¿REVOLUCION DE LOS JÓVENES? NO, CLARO, SI TE PARECE...


Vale, se fue la momia y estalló la fiesta en las calles, a falta de alcohol a raudales (todavía me acuerdo de la comedia que había que hacer para pillar unas latas de cervezas en el super de un hotel con el pasaporte en la mano o en un lugar con camareras excesivamente cariñosas a precios de escándalo...)supongo que el jolgorio consistirá en meter bulla toda la noche tirando petardos o tocando el claxon hasta reventar.

Claro que se va el caiman y se quedan sus crías, la más avezada de ella en la trastienda para mover los hilos de lo que se espera una transición a la democracia. A ver, a ver, Suleiman, mameluco, que yes un mamelucu...

Ahora toca celebrar el éxito del derrocamiento, si de partida o llegada, cada cual según sus suspicacias o esperanzas. Toca celebrar la revolución transmitida en directo veinticuatro horas. Toca repetir hasta la saciedad topicazos como el que me ocupa en esta entrada, el cual me enerva lo suyo y del que hablo a continuación porque este el rincón del quejica y de eso se trata, de quejarse todo el rato, si bien con una pizca de humor o lo que se pueda.

Porque estos días, desde lo de Tunez más bien, se está repitiendo la matraca de que estamos asistiendo a las revoluciones de la generación del internet y el teléfono móvil, la revolución de los jóvenes.

A ver, a ver, que a veces da la impresión que se repiten como mantras lugares comunes a fuerza de ignorar lo obvio, de ponerse delante de una cámara o un teclado con lo justo en la mollera, sin abrir un libro de Historia para buscar referentes o sin más documentación que lo leído en el periódico del día anterior. ¿Revolución de los jóvenes? Pero bueno, ¿quién coño se creen éstos que tomó La Bastilla? ¿Quiénes asaltaron el Palacio de Invierno de San Petersburgo? ¿Quién derrocó al Sha? ¿Quiénes se encaramaron al muro de Berlín para tirarlo?

Pues, para el que le pete, no fueron precisamente hordas desbocadas de jubilatas hartos de la miseria que cobran de pensión, tampoco masas enfervecidas de cabezas de familia con esposa, hijos y puede que hasta con un negocio o un empleo que conservar, ni siquiera jaurías de rabiosos funcionarios cincuentones en su hora del almuerzo. ¿Entonces quiénes hacen las revoluciones desde lo de Espartaco a esta parte, de los Gracos más bien? Pues eso, joder.

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