domingo, 27 de febrero de 2011

DOMINGO DE TXIPLI-TXAPLA, PUN... PUÑETAS!!!!


Salir de buena mañana un domingo a por el pan y el periódico en una ciudad como Oviedo puede resultar una experiencia peripatética. Hoy sin ir más lejos ha sido salir del portal y casi darme de bruces con un viejales de barba blanca que venía desde lo alto de la calle Foncalada tocando la armónica. Sólo ha sido una anticipo de lo que me esperaba en una mañana de sirimiri -ya tengo escrito que aquí le dicen orbayu- y resaca. Subiendo hacia lo antiguo, en la peatonal paralela a la calle Jovellanos, donde hay un colegio cuyo nombre no recuerdo y un montón de pubes que, una de dos, o empalman hasta las tantas o abren a primeras horas del domingo en plan after hours, me he tropezado con la ya habitual jauría beoda de treintañeros noctámbulos que se resistían a retirarse a sus casas, a saber si porque no los espera nadie o porque todavía creían poder apurar un par de horas antes de hacerlo sin pillar cacho, que se tambaleaban con su copa en la mano a la par que babeaban y berreaban en corrillo a una pava tan curda como ellos. La chavala debía sentirse en el sexto cielo con tanto gañán bebiendo los vientos por ella y ya de paso el último cubata de la noche. Creo haber visto también a uno vomitando junto al colegio de marras, un flojo. Un espectáculo precioso de entusiasmo trasnochador que se asemejaba y mucho al baile de lo zombis del video Thriller de Michael Jackon. Vamos, patético de cojones.

Ya en lo antiguo me he dado de lleno con el grupo de turistas guiris de rigor sacándose fotos junto al Monumento al Viajero. Ni que decir que he aligerado el paso, no me fueran a pedir que les sacara una afoto de esas de eternizar la estupidez humana; mi conciencia no lo habría soportado. Ya en la cafetería-panadería de la calle Rosal donde suelo comprar el periódico, me he tomado el café con leche de rigor en la única mesa no ocupada... no ocupada por ciudadanos del Este o de por ahí. No sé yo si es que acababa de desembarcar un submarino ruso en el puerto del Musel y se habían acercado hasta Oviedo a hacer turismo, o si es que hoy ofrecían un desayuno oficial con vodka incluido y había acudido toda la colonia eslava local como moscas a la miel, al vodka quiero decir. El caso es que entre la resaca y la impresión de ver tanto rostro ovalado a mi alrededor he dudado por un momento si es que todavía estaba dormido y soñando que participaba en alguna película de James Bond o ya puestos en Doctor Zhivago, que me encanta, y casi, casi, que le suelto spasiva al camarero cuando me ha traído el café con leche.

Luego ya de vuelta a casa bajo el orbayu, justo cuando cruzaba la Plaza de la Catedral procurando esquivar una infinitud de bultos negros que se dirigían a misa, a un entierro o por el estilo, han empezado a repicar las campanas al son del himno patrio, el Asturias Patria Querida, el cual, por ser antes que nada también el de los borrachos, y dado el clavo que llevaba encima, me ha sentado, para qué andarnos con rodeos, como una verdadera patada en los huevos. Clara que nada comparado con el susto al acercarme al Boulevar de la Sidra para bajar hasta Foncalada, cuando al cruzar la carretera de Jovellanos se me ha echado encima una banda de gaiteros y mocinas con sus trajes regionales. Porque sí, exactamente eso es lo que había pensado apenas un par de minutos antes de acabar el patriótico repique de campanas con el que machacan a diario al personal desde las alturas, que ya sólo me habría faltado el sonido de una gaita; ¿no querías una? ¡Pues toma toda una banda!

Y encima cuando ya me acercaba a Foncalada, habiendo dejado ya atrás, arriba, a la banda y compañía, que empiezo a darme cuenta del molesto sonido del chapoteo que me acompaña desde hace ya un buen rato, ese que en vasco se dice txipli-txapla, y no, no es que a esas alturas mis sesos estuvieran y retumbando contra las paredes de mi cráneo provocando ese sonido de puro licuados, es que no me había dado cuenta que llevaba la suela de uno de mis zapatos completamente despegada, que parecía un pato cabeza abajo restregándose por el suelo mojado. En fin, que para patéticos un servidor y creo que me quedo corto.

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