martes, 15 de febrero de 2011
HACIENDO EL INDIO.
Vale que Mr. Alí se haya comprado un equipillo español como el Racing de Santander para pasar el rato, para pasarlo de cine a tenor de lo visto el pasado finde contra el Sevilla, no pegó pocos brincos ni nada el andova para vergüenza ajena de propios y ajenos que no daban crédito a lo que veían.
Bueno, condescendamos con Mr. Alí porque era su primer partido en el palco presidencial y parece ser que las normas de comportamiento que rigen en estos casos en Pakistán deben ser un pelín diferentes que las de España, de ahí el pasmo de su huésped, el presi del Sevilla y compañía, así como de las autoridades y también de parte de la afición del Racing, que como ya se sabe, cántabros, gente del norte tirando a seria y en todo caso poco amante de la alharaca porque sí. En fin, nada que no arreglen un par de clases de protocolo. Eso sí el señor potentado se deja, que a saber si no les van a salir a los socios otro Piterman como tiempo ha (antes de mandarlo para Vitoria, por cierto), esto es, otro nuevo rico descerebrado que piensa que su dinero le da licencia para todo y muy en especial para avergonzar a terceros con su comportamiento, vamos, a lo Berlusconi sin ir más lejos.
Pero no es Mr. Alí la diana de esta entrada, si no ese dicharachero y lenguaraz presidente autonómico de Cantabria que sale todos los días y a todas horas en casi todos los medios de comunicación inimaginables, ya sea una tertulia a primera horas de la mañana, una entrevista a media mañana, un informativo al mediodía, un magazín a la tarde o un night shown con Buenafuente o sin él, montado en una Noria o en cualquier otra barraca de feria. Yo, lo juro, hay días que llego a casa y lo primero que hago es encender la tele o la radio a ver dónde para hoy el inefable Revilla.
Pues que resulta que este portento de la política y la comunicación, capaz de hablar de sí mismo durante horas y horas sin parar, y sobre todo sin pudor, que se autoglosa en cada pregunta que le hace un periodista, que oficia de continuo de echaupalante, de esos que ponen los puntos sobre la í a todo el mundo y que dicen verdades como puños, sobre todo si son éstas las que le gustan a su público, defensores a ultranza de todo tipo de valores patrios, en especial de unidades indivisibles en el destino, de los usos y costumbres de su terruño con la lata de sardinas en mano, y demás zarandajas populistas, va y el otro día la víspera del partido entre el Racing y el Sevilla, se reúne a la hora con el nuevo dueño de club santanderino delante de un suculento chuletón de carne del país, y como el tal Mr. Alí es musulmán practicante (ya se sabe que Pakistan quiere decir precisamente eso en urdú: País de los Creyentes), dicen que se abstuvo de tomar vino en la comida para no faltar a las creencias del ricachón, a ver si se mosquea y se va con sus dólares a... ¿el Real Oviedo?, en las cuales parece venir implícitas obligar al prójimo a comulgar con las propias, pues de lo contrario no se entiende cómo permitió ese paladín del casticismo hispánico que es el presi Revilla que el tal Alí le obligara a comer el chuletón sin el preceptivo vaso de vino patrio, imprescindible y casi que inexcusable en toda jamada que se precie por estos pagos.
No se entiende que el enérgico y matasiete Revilla en lugar de tratar de convencer al tal Alí con su proverbial facundia pasiega para que, ya que el mahometano no estaba dispuesto a adaptarse a las costumbres españolas, al menos las respetara por eso tan mundialmente conocido del allá donde fueras, haz lo que vieres, fuera él quien se sometiera la voluntad del recién llegado. No se entiende pero sí, porque cuando toca rendir pleitesía a un ricachón como el tal Alí, el salvador de un club en continua deriva económica, ya no hay Revilla y cierra España que valga, solo queda el Revilla que vemos otros, ese que lejos de hacer el indio en el palco de un campo de fútbol una vez a la semana, lo suele hacer prácticamente todos los días y a todas horas, porque el presi de aquella región infinita de ser algo lo que es de veras es un chorralaire de toda la vida.
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