martes, 22 de febrero de 2011

DIGNIDAD Y OPORTUNIDAD


No he visto la noticia en la prensa española que suelo leer o en los titulares de la que acostumbro a ver por Internet, sin embargo ayer en la web del británico The Guardian daban la noticia de la denuncia que había hecho el aclamado escritor británico Ian McEwan de la política israelí durante la recogida de un premio literario que el propio estado israelí le había concedido. Es sabido la gran afición a la lectura de la población israelí, reflejo tanto del tradicionalmente alto nivel cultural de su ciudadanía como de la importancia de la palabra escrita en la cultura judía. Ejemplo de esta afición es el increíble seguimiento que tiene la obra de Saramago entre los ciudadanos israelíes a pesar de las conocidas posiciones pro-palestinas del recientemente fallecido premio Nóbel. Por eso no es extraño que las autoridades israelíes premien a autores mundialmente conocidos y sobre todo ampliamente vendidos entre sus ciudadanos. Este es el caso de McEwan, el cual, una vez aceptado con todo el derecho del mundo, pues lo que se premiaba era su obra y no su compromiso o su simpatía hacia la causa o la política israelí, eso y que en mi opinión el autor debe aceptar todos los premios que le otorguen y más aún si vienen remunerados porque no estamos precisamente para rechazar el dinero al poco que quieras ir por libre, sin plegarte a las exigencias del grupo mediático de turno convirtiéndote en su esbirro, al menos la mayoría no, no hay nadie más débil económicamente que el artista por mucho que el llamado hombre corriente crea todo lo contrario porque le confunden las luces de los focos y toda la farfulla que rodea este mundo por parte de terceros (si bien no es el caso del exitoso McEwan, el cual anunció que destinaría los míseros 10.000$ a una organización a favor de la paz de ex-combatientes israelíes y palestinos) dirigió su tan furibunda como fundada crítica a una audiencia entre la que se encontraban el actual presidente de Israel, Shimon Peres, el actual ministro de cultura, Limor Livnat, y el polémico alcalde de Jerusalén, Nir Barkat. Una crítica tanto a unos como otros, judíos y palestinos.

"Israeli and Palestinian citizens of this beautiful city", the novelist said: "Hamas has embraced the nihilism of the suicide bomber, of rockets fired blindly into towns, and the nihilism of the extinctionist policy towards Israel."

Con todo, la crítica McEwan se dirigió muy en especial contra la hipócrita y criminal política israelí de creación de nuevos asentamientos judíos en territorio ocupado a los palestinos y de la que el alcalde de Jerusalén es uno de los más convencidos partidarios.


"continued evictions and relentless purchases of Palestinian homes in East Jerusalem, the process of the right of return granted to Jews but not to Arabs, the so-called facts on the ground of hardening concrete over the future, over future generations of Palestinian and Israeli children who will inherit the conflict and find it even more difficult to resolve than it is today."


También reconoció sus dudas antes de aceptar el premio y sobre todo de viajar a Israel para recogerlo.

"my time has not exactly been peaceful" – referring to demands "with varying degrees of civility" for him to boycott the ceremony.

Como a todos y con todo, se le podía reprochar que no hubiera aprovechado el momento para rechazar el premio a lo Bernhard, esto es, montando una buena tangana durante la ceremonia de entrega tras poner a caldo a todo el mundo en su discurso de... rechazo. Yo desde luego no lo hago, hizo bien recogiendo el homenaje por su trabajo, tanto como en cantarles las cuarentas a las autoridades presentes, incluso a la sociedad israelí en su conjunto.

Lo único no quita lo otro, y aunque estas sean cosas, palabras, de escritor, es decir, poco más que de comediante, palabras que se lleva ya no sólo el viento, sino también la indiferencia, cuando no el desprecio, del ciudadano corriente israelí hacia toda crítica, ya no sólo en boca de un artista, sino incluso de un extranjero, también es verdad que son palabras valientes por el lugar donde las dijo, y sobre todo dignas también por lo mismo, por el lugar donde se encontraba McEwan.

Ahora bien, la dignidad parece ya ser exclusiva de tipos cuya crítica, aún por importante dado el eco que tiene en el caso de una figura como McEwan, también lo es del todo inocua dada la nula capacidad de decisión del artista. Nada que ver con el político o el gran empresario que simple y llanamente acostumbra a pasársela por el forro de sus cojones. El ejemplo lo tenemos cada día y sobre todo cada vez que uno de nuestros gobernantes abre la boca para comentar lo que está sucediendo en los países árabes. Lo último lo de Zapatero negándose a condenar a las claras el régimen de Ghadafi, todo lo más reprochándole el matarile por lo que tiene de feo para un gobernante que se precie, cualquier cosa antes de hablar de la naturaleza intrínsicamente perversa y criminal de su régimen como el de tantos otros países de la zona que están por caer.

Y esta es sin más la repugnante actitud de un señor que se dice de izquierdas, esto es, supuesto amante y defensor de la libertad y la democracia por principio, charlatán de feria que hasta no hace mucho nos vendía la cosa del diálogo de civilizaciones, lo que venía a ser nosotros con nuestra democracia y nuestros derechos humanos, más o menos, y los otros que se jodan con sus tiranos y sus fanatismos, que para algo parecían innatos a su cultura. De ese modo otro de su cuerda, a su servicio, la Trini y su decidida defensa de déspota alauita (ella que iba a las manis pro-saharauis con palestino y todo...), el eurodiputado López Garrido, se reunía no hace mucho con Ben Alí para prometerle de parte de la Unión Europea el oro y el moro, o al moro, y se negaba a reunirse o a atender las quejas de la oposición tunecina que denunciaban al tirano. También podíamos hablar de la ministra de exteriores francesa y sus negocios con el tirano tunecino, de la alta representante de la Unión Europea, la tal Ashton y sus melindres a la hora de hacer otro tanto, condenar lo condenable, de los asuntos sucios de Blair y compañía con Ghadafi tipo la venta del asesino de Lockerbie a cambio de contratos petroleros. En fin, el cuento, la lista de no acabar.

Son tan indignos y tan repugnantes que cuando ves a Berlusconi que no se corta un pelo y elogia a los tiranos de corazón, porque los quiere, los apoya y hasta admira, de hecho le gustaría ser uno de ellos para no que le toquen los cojones con juicios, leyes y demás hostias, para poder celebrar sus bunga-bunga con total impunidad sin que nadie se atreva siquiera a recriminarle por ello, sólo puedes deducir una cosa: al menos Berlusconi no peca de hipócrita, sólo de sincero.


*Hipocresía de los políticos de todos los colores que hacen de la defensa de la democracia y el respeto a los derechos humanos su bandera cuando les conviene, por lo general de puertas para adentro, cuando compromete a sus intereses económicos ya no tanto, y descaro sincero de Berlusconi y los de su calaña, claro que puede que no tanto como la de esos ingenieros destinados en los complejos petroleros de Libia que confiesan a la prensa, mientras esperan en el aeropuerto de Trípoli a que se salga el avión que los evacua, que esperan que las cosas vuelvan a su cauce cuanto antes, no importa cómo pero que ojalá consiga Ghadafi restablecer el orden lo más rápido posible porque de lo contrario se resentirán los bolsillos de los europeos, sus bolsillo. La democracia o las ansias de libertad de los libios con los que trabajan se la traen al pairo. No cabe mayor sinceridad, brutal, repugnante.

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