jueves, 24 de febrero de 2011

LA TENTACION NO VIVE ARRIBA


Estás a tus cosas por la mañana, pegado al ordenador las más, se supone que disfrutando de la libertad de poder trabajar en casa, sin más jefe que el horario o la labor que tú te pongas, libre de ponerte en zapatillas, acercarte hasta la cocina a picotear lo que te pete, sin miedo a que el jefecillo de turno te mire por encima del hombro para pillarte mirando páginas guarras o de lo que sea en Internet, casi siempre absorto en mil y una cosas de las que ocupan tu mente en constante ebullición, los artistas ya se sabe, los soplapollas como un servidor también, estaría bueno no reconocerlo, andarse con disimulos, y de repente, qué tranquilidad ni que ocho cuartos, suena el teléfono fijo y la primera caes, "Orange tiene una oferta...", lo siento, ya estamos abonados, si quieren les damos el teléfono de unos amigos que están deseando darse de alta con ustedes. Esa es la primera, porque si te ha llamado Orange, por qué no lo van a hacer también VODAFONE, YOIGO, MOVISTAR, JAZZTEL, ONO o su puta madre a lo largo de la mañana. Pues no lo coges o, si la radio o la música que te acompaña en tu jornada no consigue tapar el ruido del puto teléfono, descuelgas y punto.

Entonces crees que ya podrás ponerte a tus asuntos en serio. Pues no, todavía pueden llamar a la puerta. Y lo harán, sea para entregarte cartas o paquetes que no has pedido, pedirte dinero, evangelizarte o proponerte las mismas ofertas de telefonía de un modo más humano, cercano. Bueno, qué se le va a hacer si aún y todo seguimos viviendo en sociedad.

Ahora bien, lo que ya toca las pelotas, no la primera vez, ni siquiera de vez en cuando, sino más bien cuando sucede dos o más veces al día, siquiera una cada día, es cuando te llaman a la puerta porque, oye tú, qué casualidad, a la vecina de arriba, cualquiera de las muchas que tenemos encima, se le ha vuelto a caer la braga, la liga o el sujetador. Porque, mira tú qué cosas, y esto va en serio, pero que serio, serio: siempre que se les cae algo suele ser una prenda de esas que llaman ín-ti-mas. No puede ser una toalla de los niños con el Mickey o el Bob Esponja de rigor, la camisa del marido o un calcetín negro, gris, blanco... No, siempre es una prenda íntima, una de esas que tengo que recoger del tendal para entregársela a su dueña y no me pregunten porqué, pero no lo puedo evitar, es tener una de esas bragas, ligas o sujetadores en la mano y sentirme algo así como sucio, a saber dónde habrá estado puesta esa prenda, que nalgas habrá cubierto o a qué senos aprisionado.

Pero eso no es lo peor, lo peor es cuando se la entrego a la vecina y claro, esta cabecita, que no puedo evitar imaginármela con la prenda puesta. Llámenme lo que quieran, novelero, fabulero, enfermo, lo que sea, pero nunca pajillero o por el estilo. Porque los tiros no van por ahí, no desde luego por lo que respecta a las vecinas entradas ya en años y prácticamente en todo que llaman a mí puerta. ¿Es qué no hay adolescentes en este edificio? Y es que a mí, desde luego y de momento, no me da por ahí, por la carne añeja, digo, todo lo más la de mi edad si es que se puede ajustar al término. No me ponen las señoras mayores, sigo viéndolas como madres, peor aún, algunas hasta como suegras, y eso, no puede estar más claro, es el mejor antídoto para cualquier conato de lujuria o por el estilo. Así pues, esta imaginación mía, que me hace ver a la sexagenaria del quinto en paños menores, todo lo más es de masoca o algo parecido.

Claro que ayer cuando ya me dirigía a abrir la puerta con la braga en la mano, previo paso por el tendal, resultó que la que llamaba era la empleada del hogar, o interina (precioso eufemismo para no decir la señora de la limpieza, criada, cachifa o mucama..., como si sólo por serlo tuviera que ser peyorativo o por el estilo, como si el agravio o desdoro, si lo hubiera, que no, estuviera en la palabra y no en el trato). Eso es lo que llegue a vislumbrar a través de la mirilla, lo que deduje a ver una bata. Y claro, por un momento, y casi que contento a pesar de haberme vuelto a distraer de mis quehaceres frente al ordenata, me dije, menos mal, seguro que es una de las latinas que trabajan para las de arriba, a ver, a ver, si tampoco pido una Jeniffer López o una Eva Longoria... ¡Joder, pues tiene que tocarme la única cincuentona española que todavía debe limpiar casas en este país! Así que nada, la libido otra vez por los suelos, si bien no tanto la imagen en bragas de la cincuentona, que me acompañó hasta la hora de comer y mira que ayer tocaba carne. En fin, creo que voy a pasar de abrir la puerta, que voy a recoger todo lo que caiga en el tendal para guardarlo aparte, y si eso el sábado por la mañana lo bajo al portal para que rebusque el personal a ver si encuentra lo suyo. Si es que no se pueden ver tantas películas...

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