viernes, 6 de enero de 2012
EL PAÍS DEL PICO Y LA PALA
Hay expresiones que definen colectivos, pueblos, y en España hay una muy significativa que dice mucho del carácter de la mayoría; ¡un pico y una pala les daba yo! El que la usa suele querer expresar el desagrado que le producen otros individuos a los que considera ociosos, vividores o simplemente improductivos, gente que según él no saben lo que es trabajar de verdad, concepto que cifra en lo más elemental, en el trabajo físico, probablemente el único que considera digno de tal nombre, todo lo demás mariconerías.
Pues bien, todo esto a cuenta de los recortes, y no porque toque ahora discutir acerca de la idoneidad de los mismos como medio para reactivar la economía de acuerdo a lo que cuestionan cada vez más economistas de fama internacional y hasta con Nobel debajo del brazo, sino por lo mucho que dice también de la sociedad española la aceptación o indiferencia, puede que hasta complacencia, con la que se reciben aquellos que afectan directamente a la investigación y la cultura.
Sólo hay que darse un paseo por los foros que comentan las noticias relacionados con los mismos. El denominador común de las opiniones es que en tiempos de vacas flacas lo más prescindible es toda lo relacionado con la cultura, eso y que lo que se dedicaba a investigación ahora resulta un lujo.
Por eso apenas hay protestas de calado, esto es, más allá de los directamente afectados, cuando se anuncia un recorte de 600 millones de € en investigación o se cierran institutos como en Valencia, cuando se vacían de contenido los que hay o se posponen proyectos, cuando el fruto en lo poco en lo que habíamos destacado se lo llevan otros que sí apuestan por el genio español, pero para su propio beneficio. Qué más da si, insisto, la mayoría de los españoles conciben la investigación como un lujo, no como una necesidad, qué decir entonces como la esencia de cualquier modelo económico de futuro. No pasa nada, seguimos en el famoso "¡que inventen ellos!" unamuniano, la más lamentable manifestación del rechazo a la ciencia y progreso de boca de uno de los más considerados intelectuales españoles; pero, ay amigo, acérrimo defensor de concepciones metafísicas, casi espirituales, del alma española.
Pues eso, que inventen otros, que creen ellos, que tiren otros del carro. Así nos ha ido, así nos va, así nos irá, condenados a un eterno Europa empieza en los Pirineos, siquiera ya sólo en lo tocante a investigación. O lo que es lo mismo, Europa se divide en el lado del Pirineo donde se recorta en I+D en tiempos de crisis, y en ese otro donde aumenta precisamente para hacer frente a la crisis. No es solo lamentable, es un error suicida, un verdadero harakiri socio-económico, una ofensa a la inteligencia. Pero también parece la inclinación tradicional de este país de pandereta, este país que levantó su supuesto y fatal milagro económico con cemento y hormigón, este país en el que todavía personalidades muy destacadas del mundo empresarial insisten en que sólo se empezará a salir del pozo, el mismo en el que ellos y los bancos nos ha metido, cuando se vuelva a poner ladrillos; que luego esas mismas personalidades sean empresarios del sector de la construcción, o tengan intereses indirectos en éste, ya nos lo dice todo también del nivel de los que se asoman a la palestra pública para iluminarnos con su tan impresentable como interesada clarividencia, que aquí coges a un empresario de la construcción, lo pones de presidente de la correspondiente federación de esmpresarios regional y ya te sale todo un catedrático en economía repartiendo lecciones a todo el mundo.
Y qué decir del mundo de la cultura, también esta expresión con la que nos referimos en castellano a toda producción cultural o lúdica delata cómo concebimos el asunto, como a diferencia del mundo anglosajón que habla de show-bussines, en España todavía se manejan conceptos o ideas que nos retrotraen directamente al desprecio ancestral del españolito hacia los comediantes o titiriteros, para la mayoría gente sin oficio ni beneficio, gente de malas costumbres, a destacar la de chupar de la teta de la subvención pública, la misma a la que en la España rural de nuestros abuelos lo mismo se la recibía con los brazos abiertos que se la corría a gorrazos, pero eso sí, nunca, nunca, se les enterraban en suelo santo, por si acaso.
Lo que digo, si la investigación es concebida como un lujo en tiempos de crisis, la cultura casi que pasa por una afrenta para la inmensa mayoría de españolitos para los que, como bien decía un famoso coetáneo uniformado de Unamuno con el que protagonizó uno de los más lamentables e ilustrativos episodios de nuestra Historia, cada vez que oyen la palabra cultura se echan mano al cinto, ya sea para buscar la pistola o localizar la cartera. Simplemente está de sobra como solo puede estarlo aquello que no se conoce y todavía menos aún consume, que habría que ver con qué sale la peña si les dijeran que se van a reducir los partidos de fútbol.
Pero no, responderán al unísono y con razón que la Liga es productiva, que genera dinero y eso es lo que hace falta en tiempos como estos. ¿Y la cultura no? Claro que no, no la conciben como una industria, como una actividad empresarial seria, no les suena. Lo explicaban a la perfección los integrantes de la recientemente desaparecida compañía teatral vitoriana Kunka, Eloy de Benito y Josean de Miguel: Más que tristes estamos desilusionados e indignados ante la falta de una política cultural. Los políticos creen que no somos empresas, que no creamos puestos de trabajo, que no cotizamos, que no contratamos a nadie, que no generamos riqueza y sí lo hacemos". "Es gracioso porque hace poco el Ejecutivo autonómico sacó unas ayudas destinadas a las pymes y nos presentamos; no nos hicieron ni caso porque nos dedicábamos a la cultura y no a la industria o la construcción, no entendían que nuestro sector fuera productivo"
Y lo más descorazonador de todo es que la mayoría de españoles que nunca ha abierto un libro, visto una obra de teatro o acudido a una exposición, que nunca ha tratado con respeto a sus artistas y autores como en otras latitudes sino más bien todo lo contrario, que recela de ellos porque creen que les hacen de menos, que incluso reclama el derecho a disfrutar de su trabajo sin retribuirlos, que hasta les recrimina que pretendan vivir de su trabajo como si fuera un privilegio, con el desprecio al uso del ignorante, esos españoles que desprecian como decía Machado todo cuanto ignoran, se alegran de que les vaya mal las cosas a los titiriteros, porque esta mayoría ni siquiera se queja de que lo hay es malo o de que hay poco entre lo que elegir, simplemente pueden prescindir sin problema alguno del consumo de cultura porque no les interesa, no va con ellos, lo suyo es el pico, la pala y para de contar, aún más, lo ven como cosa de listillos, vividores, engañabobos, gente a la que si pudieran les darían ese pico y esa pala para que supieran de qué va de verdad la vida, que ya se sabe que cuando el hombre suelta ese pico y esa pala corre el riesgo de incorporarse, de ir erguido por la vida, tomarse su tiempo para pensar, dejar atrás el homínido que lleva dentro.
Ya dijo alguien que cada pueblo tiene lo que se merece, aquello por lo que apuesta, y España, con todo su lastre de atraso respecto a sus vecinos de allende los Pirineos, y una vez caída del espejismo del progreso de barrio u hormigón, no parece dispuesta a hacer frente al mismo, todo apunta a que vamos de cabeza por los mismos derroteros de antaño, el desprecio hacia todo lo que no sea mirarnos el ombligo, repetirnos a diario lo buena gente y lo simpaticos que somos, qué potencia en el deporte, qué arte que tiene mi niño, cómo en España no se vive en ninguna otra parte y olé, la ignorancia auto inducida y complaciente, el pico y la pala como único remedio, vamos, lo que se llama un páís de aunténtica vocación tercermundista, riau, riau.
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