lunes, 2 de enero de 2012
UN PUTO QUEJICA DE VERDAD
Ayer por la tarde con los críos en la pista de hielo de la Virgen Blanca, en los toboganes de hielo para que se lanzara el mayor. Servidor que acompaña a su primogénito trineo en mano para que se despeñe desde lo alto, que corre hasta abajo para recibirlo y vuelta a empezar. En eso que espero junto a la valla a que se lance, un tipo cuarentuno, apoyando su sobrepeso sobre la valla en cuestión, se supone que a lo mismo que yo. Pero no tanto, porque en lugar de concentrar la mirada en la pista a la espera de la llegada de sus retoños o de quienes fueran los críos que acompañaba, el tipo en cuestión que no apartaba la mirada de la entrada a la pista, que no para de despotricar de lo mal que han preparado el tinglado, que si la puerta de salida tenía que estar así o asá, que si las vallas debían de estar colocadas de este u otro modo, que si él hubiera hecho esto o lo otro. Y no, no se trataba de un tipo preocupado por la seguridad de la instalación, uno de esos tipos que por oficio se obsesionan por cómo están hechas las cosas y aunque parezcan exagerados luego hay que agradecerles porque se fijan en cosas que al común de los mortales se nos escapan, alguien como yo me sé... No, se trataba de un tipo esencialmente aburrido que no estaba dispuesto a disfrutar con la alegría de sus críos o de quien fuera, que estaba ahí como que por obligación, y ya de paso echando una mirada alrededor para lo de a ver qué pegas pongo, de qué me quejo, con qué doy la tabarra a los que tengo al lado, cómo rentabilizo mi experiencia en el taller.
Total que recibo al mayor y vuelvo a subir con él hasta arriba trineo en mano, que vuelvo a bajar. Y ahí seguía él, impasible el ademán, está vez despotricando contra la instalación eléctrica navideña. E insisto, no porque estuviera mal colocada y supusiera un peligro para la seguridad de los presentes. No, y ni siquiera porque le pareciera pobre o fea, que no lo es, sino más bien por todo lo contrario, que le parecía recargada, demasiado para su gusto, más aún en tiempos de crisis, un derroche, que si hubiera sido por él fijo que nos habría colgado de esas bombillas de colores que tenemos todos en casa y a tomar por culo. En fin, puto agonías, que no podía estar a lo que estábamos todo, que teníamos que enterarnos todos de cada una de sus opiniones mientras esperábamos a nuestros retoños.
Tercer o cuarto salto del mayor. Subo y bajo. Y ahí está el tipo, esta vez despotricando contra el chico que se engarca de evitar que los nenes se estampen a final de trayecto, que según el tolosá (sabelotodo) de la valla no lo está haciendo bien, le falta mano, se le escapan los críos. Suerte que Mr. bajó lanzado y casi se estampa contra el muro de contención. Aunque fijo que entonces dice que vaya mierda de golpes se dan los críos, que si hubieran puesto una plancha metálica en lugar de una vulgar lona de tela por lo menos hubiéramos visto sangre como en el circo romano, y claro, no vas a comparar...
*En la foto, y para ilustrar esta entrada, el ex-alcalde de Vitoria, Patxi Lazkoz, tirándose el año pasado del tobogán de marras en una imagen verdaderamente simbólica de lo que ha sido su carrera política. Vamos, servidor haciendo sangre aprovechando que el Zadorra pasa por Abetxuko.
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