martes, 10 de enero de 2012
MENS INSANA (o pervertida) IN CORPORE SANO
Interesante, o curioso, no sé, el artículo de Germán Cano en EL PAÍS del pasado 6 de enero, EL NUEVO CUERPO DEL CAPITALISMO, disertando acerca de la filosofía política que se esconde detrás de las metáforas deportivas que utiliza constantemente el nuevo equipo de gobierno español para dirigirse a la gente:
Este seductor matrimonio entre el deporte y el business es hoy, en efecto, moneda corriente. No solo es normal ver a famosos exdeportistas entrenar a altos ejecutivos en labores de liderazgo y coaching. El nuevo espíritu del capitalismo presume de ser vigoréxico. ¿Motivos? Esta entronización del deporte como valor indiscutible se ajusta a la fabricación del nuevo homo economicus. Pero este, a diferencia del empresario moralmente autocontenido en el trabajo que describía Weber, es hoy, como muestra Richard Sennett, un competidor corroído por la indefinición gimnástica de la flexibilidad y desnortado por la levedad de su presente.
Según el autor lo que esconde esta utilización de metáforas deportivas, de alusiones a los éxitos individuales de ciertos deportistas de elite, no es sino la justificación por medio de ejemplos populares, esto es, accesibles al gran público, del discurso tradicional de la derecha que quiere justificar a toda costa las políticas en contra de la igualdad. Tanto como que el propio Rajoy ya lo dejó bien escrito al comienzo de su carrera política:
Demostrada de forma indiscutible que la sociedad es jerárquica, engendra a todos los hombres desiguales, no tratemos de explotar la envidia y el resentimiento para asentar sobre tan negativas pulsiones la dictadura igualitaria. La experiencia ha demostrado de modo irrefragable que la gestión estatal es menos eficaz que la privada. ¿Por qué se insiste en incrementar la participación estatal en la economía? En gran medida, para despersonalizar la propiedad, o sea, para satisfacer la envidia igualitaria”.
Lo que trasladado directamente al campo de la metáfora deportiva sería lo que la consejera de educación madrileña expuso en su momento para justificar el "bachillerato de excelencia", o lo que es lo mismo, la educación elitista de toda la vida, esa vocación de crear gente al margen de la mayoría por si se contamina, porque no te gusta la gente, te sientes diferente, mejor, porque crees que los tuyos merecen algo distinto. Vamos, todo aquello que cada vez resulta más atractivo para la gente con posibles y que, lejos de plantearse por qué las sociedades más igualitarias sobre la tierra, las escandinavas, son también las más prósperas, y desde luego que no precisamente por ahogar el talento o no recompensar a los que se lo merecen, prefieren copiar lo peor de la norteamericana, precisamente lo que la hace más injusta e insegura, la desigualdad de oportunidades, que cuando nos hablan de lo horrible de igualar por abajo no nos dicen que eso es así porque ni siquiera se plantean hacerlo por arriba, demasiado gasto y nula voluntad, además que para qué si cuando hablamos de elite nos referimos casi que en exclusiva a los que ya parten de posiciones de privilegio y de ahí lo que escuece ponerse en la misma línea de partida del resto:
Rafa Nadal, Fernando Alonso o Andrés Iniesta, en algún momento dado”, ha declarado, “tuvieron que entrenarse de otra manera, con más exigencia, y con otros jóvenes que tuvieran su mismo talento”. “Eso mismo debe darse también en las Matemáticas o la Física”.
Que luego ya Nadal, Alonso o Iniesta sean precisamente gente que se educó en la enseñanza pública, siquiera en su versión concertada, y que gracias a ello disfruten de una educación al margen de su trayectoria deportiva o profesional, esto es, que aparte de campeones en lo suyo también hayan recibido la misma instrucción que cualquier ciudadano español para desenvolverse en sociedad como uno más, pues es algo que a la consejera se le pasa por alto convencida como está de que sólo los alumnos enfocados desde pequeños al éxito sobre todas las cosas, y no a la obtención de una cultura general y un mínimo de principios para vivir en sociedad, son merecedores del mismo.
Pero no es el tema del elitismo el que me ocupa ahora, sino más bien esa identificación incorrecta del deporte con la política. Viene de tan antiguo como la misma Esparta, incluso hubo un tiempo muy cercano que los diferentes fascismos quisieron identificar la práctica del deporte con los valores que ellos defendían, exactamente lo mismo que insinúa el autor del artículo. No obstante, creo injusta está identificación del deporte con determinada ideología si no se matiza, y mucho, acerca de qué tipo de deporte o deportista. De hecho, el autor se refiere a una interpretación exclusivamente parcial del éxito deportivo entendido como premio a la constancia y sacrificio individual del individuo al margén o enfrentado a todo. Una indentificación que luego encima no es cierta, o no del todo, pues todos sabemos que detrás de Alonso hay un equipo sin el que sus reconocidas y laureadas cualidades como corredor no podrían dar todo de sí, tal y como se demostró tras su último y fugaz paso por Citroen.
En cualquier caso, lo que anima está entrada es criticar la injusta equiparación que hacen algunos de la práctica deportiva con una determinada ideología o mentalidad en la que prima el ansia de éxito sobre todas las cosas, a éste como valor supreso de la misma. Eso no es el deporte, puede que sea la única meta de algunos deportistas, pero la realidad es que el valor más destacado de la práctica deportiva es el espíritu de equipo, el aprender a colaborar con tus compañeros en la obtención de un objetivo común, que luego ya te salga un Messi mejor que mejor, para el equipo y para él, pero el verdadero líder del equipo es quien lo configura, alienta ese espíritu, el líder es Guardiola, los demás son peones en igualdad de condiciones que si tienen suerte o talento destacarán en sus posiciones, merecerán su recompensa por ello; pero, luego ya en el vestuario todos iguales te guste o no, Cristiano Ronaldo, bein lo sabes hasta tú, que ese es el meollo del deporte y si no que se lo pregunten a los espartanos de Leónidas, ellos lo tenían muy claro.
Valga esto también como protesta ante las tonterías que tengo que oír de mi señora, casi siempre en broma, todo sea dicho, cada vez que recalamos en mi ciudad y a la vista de tanto loco del deporte que nos sale al paso de camino a Berrozti, ya sea haciendo bici, footing por la carretera de Lasarte a Armentia, en el bosque homónimo, subiendo al Zaldiarán al trote, bajando hacia Vitoria casi que rodando, entrenando a todas horas en las instalaciones al aire libre de la ikastola Olabide, en todas partes y de todas las edades, no duda en tomarme el pelo con el tópico de que si los vascos somos tan aficionados al deporte para no tener que darle al coco, que si estamos obsesionados con lo de ser los más fuertes, competitivos, puros, distintos en todo y por todo. Así que cómo no también en el deporte; ya se sabe, nada de extranjeros (españoles) en el Athletic, y en la Real sí mientras que sean de muy pero que muy de fuera, bendito país...
Yo le contesto, a saber con cuánto de coña, que nada de mandangas identitarias, de prepararse para estar en forma por si toca otra carlistada y hay que volver a echarse al monte, nada del pueblo que hace deporte para mantenerse puro y unido a lo Tercer Reich, que la realidad de la alta actividad deportiva de la mayoría de los vascos está intrínsecamente relacionada con la baja práctica sexual, que por algún lado hay que descargar la adrenalina, eliminar espermatozoides, cansar el coco adolescente para no estar todo el rato pensando en machacártela.
Eso ya lo tenían muy presente en mi colegio, como en el resto, igual igual, donde por tener teníamos, además de un campo de arena de fútbol con pista de atletismo, tres o cuatro pistas de brea con porterías y canastas, un polideportivo con frontones, pista de baloncesto, futbito, balonmano y lo que se terciara para los días de lluvia, muchos, demasiados, sala para artes marciales, club de montaña y otras hostias, el día de fiesta más importante del año era el Kirol Eguna (Día del Deporte), donde servidor se ganó las únicas medallas que ha llevado a casa en la modalidad de sokatira, y no porque tuviera interés alguno en dicha práctica deportiva, que de qué, si yo siempre he preferido machacármela directamente, sino más bien porque los profes nos cogían a los más altos y fuertes de cada clase para compétir con los de otras. Así que ya puestos, pues qué cojones, ¡tira, tira, tira, iuuuuuuuuuup, iaaaaaapa, aaaaaahgg, txapeldunak! Que luego las medallas fueran los restos de un campeonato de futbito o de baloncesto alevín de años atrás tampoco le quitaba mérito a la cosa, sobre todo cuando ni entrenábamos ni nada, a lo bestia, joder, a lo bestia, como siempre se han hecho las cosas por esos pagos, como mejor salen, auténticas de cojones.
Eso sí, nada de estimular la competitividad individualista para creernos mejor que el resto, de inculcarnos ya de niños ideas neoliberales o por estilo para que saliéramos hechos unos tiburones de las finanzas ni nada parecido. Lo que nos enseñaban eran el verdadero y único sentido del deporte, aprender a jugar en equipo, a dar lo mejor de uno dentro del tinglado del que se formaba parte, del que se era uno más, a saber ganar y participar. Todo muy bonito e idealizado, lástima que a mí me haya cundido tan poco, que a mis cuarenta me siga comiendo los cojones cuando pierdo hasta a las canicas, y que cuando juego, también a lo que sea, lo único que me importa es ganar a toda costa, sin excluir todas las trampas y cartones a mi alcance, que sea un individualista nato en casi todo lo que hago, que vaya a mi pedo como me reprocha mi señora cada dos por tres seís; la culpa, por supuesto, la tiene la familia, el entorno, o al menos eso nos decían los curas...
Claro que eso era en lo tocante a la filosofía del deporte que nos impartían, porque si hablamos del aspecto práctico hay que reconocer que sí, que como a uno de los curas del cole le hablaras por casualidad de cierto escozor de entrepierna o polución nocturna que te impedía concentrarte en las mates o en lengua, en seguida te mandaba a dar cien vueltas alrededor del recinto escolar, y no digamos ya si cometías el error de reincidir con tus cuitas de por ahí abajo, es que me pica..., como que podías acabar escalando ochomiles sin darte cuenta; de hecho, corre un bulo por Vitoria que dice que Juanito Oiarzabal comenzó los suyos por una de esas, y que si todavía no ha parado es por...
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