viernes, 13 de enero de 2012
SUEÑO CON BERTA
Como me he propuesto no echar al saco del olvido las pesadillas que sacuden mis noches, siempre que pueda acordarme de ellas al día siguiente, y aunque sólo lo sea para tenerlas a mano por si toca sicoanalizarme, he aquí la de esta noche; un verdadero suplicio.
Pues resulta que, por lo que fuera, acudía a una oficina bancaria indeterminada a pedir un crédito para vete a saber qué, mis demonios interiores no lo especificaban. Y en eso que voy a entrar en la oficina y que no abre la puerta, una puerta de cristal macizo a través del cual podía ver sentada en su escritorio la silueta de una chica que en seguida he reconocido como la que me atendía en la oficina de La Caixa de Lakua con la que trabajaba cuando tenía la agencia de viajes homónima. Una tal Berta menuda, cabezona, gafotas, nariz y cejas a lo Gárgamel, con menos gracia que tirar petardos en el funeral de un guardia civil y de esas de no me quito el traje de tía seria así me caiga un balde de ácido sulfúrico encima, o lo que es lo mismo, clasicona por defecto profesional -esto es, por no tener personalidad alguna-, una tipa muy diligente y todo lo que tú quieras, pero siesa, vaya que si era siesa la pobre, de esas que al nacer ya le debieron decir los médicos a sus padres: ¡felicidades, han tenido una empleada de banca!
Pues que como por mucho que empujaba no había manera de que venciera aquel portón traslucido, al final me decido a hacerle señales a la pava para que me abra. Y en eso que ella me hace con la mano el gesto de contar hasta cuatro. ¿Hasta cuatro qué? Pregunto al aire, porque ella, evidentemente, no puede oírme, y yo ahí delante de la puerta de acceso al banco con las palmas de la mano hacia arriba, perplejo como un uzbeko ante unas escaleras mecánicas, sin aceptar a entender qué coño me estaba diciendo con tanto subir y bajar dígital.
Así que, tal y como procede en estos casos entre personas inteligentes, me pongo a dar puñetazos y patadas en la puerta al tiempo que me cago en Dios, la Virgen, los santos y ya de propina también en los Reyes Magos y los pastorcillos. Entonces sí, entonces, y para que luego digan que ponerse como un cafre no sirve para nada, va la Berta, se levanta de su asiento y se dirige hacia la puerta. Pero sigue sin abrírmela la muy... prudente, de hecho empiezo a sospechar que llevo una media en la cabeza, tengo pintas de gitano rumano o cualquier otra cosa por el estilo. Y vuelta a indicarme con los deditos uno, dos, tres, cuatro... Yo que ya paso del crédito como de la mierda, que si entro es directamente a estrangularla, que estoy por ir a por el coche para cometer un alunizaje. Pero entonces, por fin, la muy diligente y simpática Berta, esto es, todo lo simpática que aprende a ser una directora o empleada de banco, lo justo para que abras una cuenta antes de empezar darte por culo a base de bien, se acerca lo suficiente hasta el cristal de la puerta para que pueda leer entre labios lo quiere decirme: CAIXXXXÁ, CAIXXXXXÁ, tienes que repetir cuatro veces la palabra CAIXXXXXXXXÁ...
Bueno, bueno, creo que ha sido entonces cuando me he despertado de un sobresalto a eso de las cuatro de la noche, que casi me caigo de la cama, justo en el momento que me pegaba el cagontuputamadre hijadeputa más gran que se haya podido oír nunca de aquí a las Islas Fiji. Pues resulta que cuando mi socio Javi y yo trabajábamos con ella había una cosa que nos sacaba de nuestras casillas, cuando no nos partíamos en culo directamente, y no era otra que la manía de la señorita Berta de forzar la pronunciación de la palabra Caixa lo más parecido al catalán, tal y como parece que le habían enseñado que debía hacerlo en el cursillo que dio en Barcelona, esto es, alargando hasta el infinito la x y acentuando otro tanto la a final, caixxxxxxxxxá! asunto de lo más ridículo cuando estás hablando en castellano por lo forzado de lo mismo, porque todo cristo dice Caixa y santas pascuas. Tanto o más como si a servidor le diera por decir Gasteiz con z euskara (algo así como Gasteitzzz) en lugar de Vitoria cada vez que se refiere a su ciudad natal en castellano y no digamos ya si encima lo hago en Cuenca. Pero ella no, ella, la más diligente empleada que jamás tendrá la susodicha entidad ya sólo bancaria, tenía que pronunciarla tal y como lo haría el señor Isidre Fainé, actual director de la Caixa d'Estalvis i Pensions de Barcelona.
Pues eso, que no dudo que la Berta nos la tuviera jurada a Javi y a mí por las risitas que a duras penas conseguíamos aguantarnos cada vez que metía un Caixxxxxxá en una conversación, por lo general no menos de cien veces para recordarnos lo que teníamos que pagar a su entidad o algo así; pero, aparte de dicha interpretación así como que provisional, ¿a qué viene ahora la Berta de la Caixa a volver a amargarme la existencia siquiera ya sólo en sueños, que me deja la libido a la altura de la de un latín lover en un zoco de Teherán? En fin, doctores Freud tiene el santo sicoanálisis.
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