miércoles, 2 de marzo de 2011

ANTIGLOBALIZACION DEL TÓPICO


Leyendo el último libro deL siempre controvertido y celebrado Michel Houellebecq, La Carte et le territoire, hallo en el capítulo cuatro el siguiente comentario, muy del tono irónico y no poco retorcido del autor, el cual podemos decir que pertenece a esa especie de escritores franceses que pretenden ejercer a toda costa deenfants terribles con todo tipo de provocaciones, excesos dialécticos e imposturas a contracorriente; ya hablaremos del fenómeno Houellebecq y su libro, de todos los suyos:

Olga faisait partie de ces Russes attachants qui ont appris au cours de leurs années de formation à admirer une certaine image de la France -galanterie, gastronomie, littérature et ainsi de suite- et se désolent ensuite régulierment de ce que le pays réel corresponde si mal à leurs attentes.

Imposible estar más de acuerdo, siquiera por una vez, con el autor. Y no tanto en concreto por lo que toca a los franchutes, como por lo que nos atañe a todos en estos tiempos de globalización y uniformidad a marchas forzadas vía cine, televisión, internet o vacaciones organizadas, en manada quiero decir. Nos enfrentamos, pues, a un proceso imparable de vulgarización a escala planetaria de todo, de pisar una ciudad en cualquier parte del globo y encontrarte las mismas tiendas y marcas que en todas las demás, de abrir una carta de un restaurante y pasmarte porque la pizza margarita, el cuscús de pega, la Wiener wurts con mostaza o el kebbab están en todas las cartas, de cagarte hasta en Buda porque el vino, siguiendo los consejos de hijo de su puta madre que es el tal Robert Parker en su famosa guía, importe un carajo a qué denominación pertenezca, Rioja, Burdeos, Chianti o Valdepeñas, dado que todos procuran hacerlo igual, que tengal el mismo bouquet y casi que también el precio, y no digo ya nada cuando entras en un museo en Shaigon, Kukuyama, Valparaiso, Dar-el Salam o Burugogorretagoikobarrena, y te encuentras que ahí donde dicen "museo etnográfico" o de "arte contemporáneo sudaca-negrata-moruno y shusi", en realidad lo que estás viendo es la misma exposición itinerante que viste hace dos semanas en el Guggenheim de Bilbao.

Ahora bien, a la mayoría no me cabe duda de que se la pela. Incluso diría que están más que contentos porque siendo todo igual en todas partes no se precisa darle mucho al coco para asimilar nuevos conceptos, costumbres, sabores y tal. A saber si estamos hablando de una inusitada resurrección de la utopía comunista consistente en que todos consumamos la misma mierda televisada, veamos o leamos la misma mierda de pelis y libros, comamos lo mismo y lo caguemos igual, vistamos otro tanto y ya no te digo pensar, a saber posible que seamos todos igual de memos, consumidores y poco más. En todo caso, si hay un sector de la población que debería estar alarmado, ese no es otro que el turístico. Y debería estarlo, sobre todo aquí en España donde los ingresos del turismo equilibran la balanza negativa de la economía, porque si todo en todas partes es igual, el paisaje, la comida, las gentes, para qué coño vas a salir de casa a no ser que sea única y exclusivamente para tenderte en una playa a tostarle al sol. Incluso qué sentido tiene cruzar el charco hasta una playa paradisíaca de Punta Cana o Cuba y si el camarero vacilón de culo prieto y respingón que te dice guarrerías a la oreja con ese acento tan almibarado, por lo general de no dar un palo al agua, lo puedes encontrar también en las Rias Baixas. Para qué coño vas a aceptar de buena gana que te humillen en un aeropuerto, morirte de asco en un viaje de diez horas y pasar todo tipo de suplicios gastrointestinales, si ya tienes a media China en tu barrio, si no necesitas bajarte al moro a pillar chocolate, que te lo vende Mohamed en el bar de la esquina de tu calle y si después de la fumata ya te entra hambre te pides un kebbab donde su primo pakistaní o le compras un collar de cuentas a un senagales para hacer el gamba en un parque infantil delante de las mucamas sudamericanas. Pero pongámonos en lo peor, por ejemplo, que con esto de lo políticamente correcto o lo que sea, viajas a Londres y cuando vas a preguntarle con tu inglés de Opening al primer british de tez langostino que encuentras por la calle la dirección de Picadilly Circus, éste, en vez de mandarte directamente a la mierda o decírtela con un acento cockney que no entienden ni en su barrio, te atiende todo educadamente, te habla despacio, separando las palabras e incluso se te ofrece para acompañarte hasta la oficina de turismo más cercana. No te quiero decir nada si esto mismo te pasa en París, quiero decir, que te encuentras a un parisino simpático.

Por eso, porque como dice el tal Houellebecq:

On croit souvent que les Russes ont accompli la grande révolution qui leur a permis de se débarrasser du communisme dans l´unique but de consommer des McDonald´s et des fims de Ton Cruise ; c´est assez vrai, mais chez une minorité d´entre eux existáit, aussi, le désir de déguster du Puilly-Fuissé ou de visiter la Sainte-Chapelle, par son niveau d´études eta sa culture générale.

y también porque uno en su interior sigue teniendo su corazoncito y hasta su titulito de agente de viajes aunque no ejerza, hago un llamamiento para que las autoridades tomen conciencia del problema y pongan coto a esta merma de las características idiosincrásicas de cada país. Y si no se puede, si ya es tarde para desterrar el kebbab de nuestra dieta o el chino de nuestro barrio, para convencer al español medio que hay que seguir tomando carajillos de ron a media mañana o limpiarse los dientes con palillos, qué menos que crear un instituto de futuros agentes o guías turísticos destinados a conservar, siquiera sólo a aparentar, delante del turista aquellos rasgos o actitudes que hasta ahora habíamos considerado innatos al carácter hispánico, esto es: madrileños listillos que cuando les preguntas una dirección son incapaces de reconocer que no tienen ni puta idea y por eso te mandan a dar vueltas por la antigua M3O hasta que por fin te llama tu mujer para decirte que has sido padre, ¡hace cuatro años!, gallegos que no sabes si vienen o van, si son de este planeta incluso, camareros andaluces de los que puedes estar seguro que, da igual lo que pidas o hagas, siempre te la van a clavar, caseros catalanes que te harán pagar hasta el agua del grifo...

Claro que visto así, y siempre de cara al turismo, tampoco habría que desestimar la idea de, mientras conservamos ciertos aspectos carpetovetónicos de los futuros empleados del sector, promocionar también otros que hasta ahora resultaban desconocidos dentro de la variopinta fauna hispana: camareros vascos que no te escupan a la cara cuando les pides una tapa en lugar de un pintxo, cagondíós, canarios que no se quieran tirar a tu señora cuando les preguntas una dirección, asturianos que no sean funcionarios o castellanos con sentido del humor. No todo tiene que ser aferrarse a un pasado o a unas tradiciones por que sí, créanme que también se puede mejorar, siquiera sólo por el turismo, por el futuro de nuestros hijos.

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