jueves, 17 de marzo de 2011

GAMAN


No es un buen día para entradas, no al menos del tipo voy a arreglar el mundo y si no lo consigo al menos me cago en su puta madre. Estoy hecho polvo, no como de costumbre de hace año y pico, sino el doble de lo habitual. No es sólo que esta noche tampoco haya podido dormir de seguido, es que esta noche he estado a punto de tirarme de la ventana. Primero deserta mi señora de la alcoba conyugal ante la imposibilidad de domeñar los gritos del tierno infante que nos amarga el sueño, qué coño, que no los jode y punto. Así que me he quedado un rato largo con él intentando dormir. Imposible, el enano endemoniado se me deslizaba de continuo hacia el borde de la cama. Yo lo sujetaba y él berreaba. Lo colocaba en el centro de la cama y él berreaba todavía más. Chupo, bibe y caricias para dormirle. Ni cinco minutos, de nuevo a dar vueltas por la cama, a berrear en cuanto lo agarraba para que no se cayera de la cama o se diera con la cabeza contra la pared. Al final, en una de esas que debía llevar al menos cinco minutos, me ha vuelto a despertar de golpe uno de sus berridos y ya no he podido más, el santoral se me ha quedado corto para los juramentos. Menos mal que en ese momento mi señora, alarmada por mis sonoras blasfemias, ha acudido rauda a sustituirme. Yo me he ido a dormir con el mayor porque aunque parezca imposible en una cama de matrimonio, la pequeña gárgola no me deja sitio y me tiene siempre arrinconado en una esquina de la cama.

Lo malo es que apenas quepo en la cama del mayor, por lo que además de dormir encogido y con todo mi peso sobre un brazo, que no me lo sentía cuando me he despertado... al cabo de otros cinco o diez minutos por culpa del enésimo grito nocturno y desgarrado de su hermano. Suerte que Mr. tiene el sueño profundo y no se despierta, y si lo hace, que al final lo ha hecho el pobre, me dice que tranquilo que ya sabe y se vuelve a dormir como su madre, esto es, al instante. Servidor no, cada vez que me despierto me cuesta Dios y la ayuda de mil y una fantasía, sexual y no, conciliar el sueño, cualquier cosa antes de empezar a darle vueltas al coco con las cosas que me martirizan la existencia, que no son muchas, pero puestos en plan masoca cualquier cosa vale.

Total que he amanecido lo que se dice baldado, baldado de cojones. No me encontraba ni en el espejo y aún así he sacado fuerzas para hacer frente a la rutina de todos los días, despertar al grande, preparar el desayuno -al muy hideputa hoy, precisamente hoy, no le apetecía la leche con cacao, que quería el bibe de galleta que dejó hace ya dos semanas cuando mi hermano tuvo a bien tocarle los huevos con lo de que a ver si era todavía un bebé para tomar bibe, bravo por el tío Antxoka, lo escribo en serio, ¿es o no para matarlo?-, supervisar lavado de dientes y cara, abrigo, deberes, hamaiketako (almuerzo), calzoncillo por dentro.

En fin, salimos a la carrera para internarnos en la jungla automovilística del centro de Oviedo. Esto es, acopio de paciencia antes de poder salir del garaje, otro en los semáforos y con los autobuses, los peatones que en el centro cruzan por donde les sale de los cojones, las furgonas y camiones de reparto que aparcar de donde les sale, en fin, lo de todo los días. Sólo que éste servidor no estaba precisamente para hacer de Fernandín Alonso. Si no se me han cerrado los ojos antes de estamparme contra la delegación de Hacienda en plan miembro de Al-Qaeda ha sido porque tengo una voluntad de hierro. Eso y una mala hostia que en un día como hoy, que parecía que todo el mundo estuviera en mi contra, estoy convencido de que mi hijo mayor ha ampliado una barbaridad su vocabulario en lo tocante al repertorio de insultos y juramentos.

Pues estaba a punto de llegar al cole cuando me llama al móvil mi señora para decirme que se le había olvidado decirme que tenía que ir a matricular al nene para lo de la natación, hoy mismo a la mañana sin falta, no había otro; ahí creo yo que mi hijo se ha visto sorprendido por la capacidad vocálica de su padre; debería haber sido tenor.

Dejo al nene en el cole, y claro, ya lo decía el Murphy ese, ¿no quieres café?, ¡Pues toma taza y media1 No veía el momento de llegar al garaje para por lo menos quitarme la preocupación de quedarme dormido al volante. Pero claro, tenía que llover a la mañana, esto es, tenía que haber el atasco habitual cuando caen cuatro gotas en esta puta ciudad. Total, que en lugar de los diez minutos que suele costar llegar a casa, hoy he tardado veinte o más.

Luego me he ido a tomar un café. He querido mandar un mensaje a una amiga para preguntarle si estaba bien él, su marido o sus críos, porque no la había visto en varios días, y mira que suelo mandar MSMs de mierda de vez en cuando y creía que ya me sabía donde tenía que pulsar para hacerlo. Pues hoy no había tu tía. Al final le he mandado un msm sin texto cuando estaba intentando buscar su número y tras perder el que me había costado escribir cinco minutos o así, odio ilimitado hacia los móviles dáctiles o como se diga, odio lusita. Menos mal que la tía es lista y se ha imaginado lo que quería. Claro que yo he vuelto a intentar mandarle otro de acuse de recibo y vuelta a darle a las teclas, que no había manera de encontrar la manera de enviar el mensaje, que me desaparecía cada dos por tres, que se lo he vuelto a mandar sin texto, toma ya, sembrando fama de bobo, inútil o vete a saber. También en la cafetería se han enterado hoy de mi amplio repertorio de juramentos, cosa de haber ido a los curas, para algo tenía que servir.

Luego me acerco hasta el centro ese de las piscinas. No un centro cívico municipal de esos que tenemos en Vitoria en cada barrio con piscinas, pistas de deporte, biblioteca, ludoteca, teatro y toda la hostia, para lo de ofrecer servicios de ocio a los vecinos, que para algo los pagan con sus impuestos, no. Aquí también pagan impuestos pero lo que hay es un par de centros privados con gimnasio y piscinas que además subvenciona o algo así el ayuntamiento pepero de Uvieu. Vamos, que tienes que acoquinar como en un gimnasio cualquiera y punto. Toma ciudad de servicios, para que luego os quejéis de todo, babazorros* de mierda.

Pues nada, que me encuentro con una cola que empieza en la calle, porque, claro, de acuerdo con la apabullante clarividencia del encargado de organizar la matriculación, sólo se puede hacer hoy durante la mañana y de cuerpo presente en recepción, por lo que todos al mogollón para pillar plaza y si hay suerte también el mejor horario. Al rato me entero de que en realidad son dos colas. Una hasta una pava que de acuerdo con sus datos te dice si hay plaza o no para tu crío y a qué hora. Si tienes suerte te da un papelito con el nombre de tu crío y horario para que te pases a la otra cola, otra hora o lo que cunda, la cual va hasta el mostrador donde te darán el papel de inscripción y ya allí te sablearán cuarenta duros... que luego me entero que no se pueden pagar con tarjeta.

Todo sea por mi churumbel, me digo, como veo que la cola va para largo me digo que adiós a la mañana, hoy ni traduzco, escribo o corrijo, hoy a olerle el sobaco al de enfrente y aguantar los empellones de la vieja que estaba a mi espalda. Así llego tres cuartos de hora más tarde hasta la mesa de la pava con el horario, y que a ver cuántos años tiene mi crío, cinco y ya hizo el curso de iniciación. Pues que no hay para niños de dos a tres años en el curso de iniciación. Respiro hondo, te he dicho que tiene cinco y que ya hizo el curso de iniciación. Ya, pero tendremos que hacerle una prueba por si hay que ponerle con los de dos o tres años. Mecagosandios y la putavirgen, me digo para mis adentros. ¡Que ya hizo el curso de iniciación! Vale, vale, pero es que ya no hay plazas para los de cinco, tendré que ponerte en una lista de espera. Anda y ponme dónde te pete, boba de los cojones, otra vez para mis adentros, suministrando a toda hostia litros de paciencia para que no reviente el reactor nuclear con escapes desde la mañana.

Así que me vuelvo por donde he venido, media mañana perdida para nada. Y todavía no he pegado ojo en todo el día porque entre pitos y flautas, entre ordenata, cocina, recogida de los críos, darles de comer, fregoteo, parque, merienda y hostias, todo esto con su correspondiente cupo de gritos, amenazas y desgaste físico, de dónde saco un rato yo para echarme. Y mira que tenía en mente para la entrada de hoy disertar sin ton ni son, vamos, como siempre de oídas o leidas, sobre el concepto japonés de "gaman", esto es, la mezcla de paciencia y estoicismo que estos días están gastando a mansalva en aquel país; en román paladino la capacidad de aguante de la persona ante las adversidades. Un concepto tan arraigado como inculcado en el país del lejano oriente que es en parte la base de su actitud ante las grandes calamidades como la que les ha azotado hace poco, por no hablar de esa otra que todavía puede darles un digusto... radioactivo. Un concepto cuya asimilación parece imprescindible en una isla superpoblada y expuesta desde antiguo a dichas calamidades. Pero, mira, no sé por qué motivo será que hoy no me encuentro yo con muchas ganas para hablar de "gaman" ese o de su puta madre...



*Babazorro: término popular por el que se conoce a los naturales de Vitoria, en euskera "saco de habas". De pequeños se nos dice que era porque antiguamente se comían muchas habas, que el plato vitoriano por excelencia eran las habas con jamón. Hoy no las come nadie, pero todo sea para soslayar la segunda acepción de dicho epíteto en euskera, más verosimil y ofensivo, y que me la guardo porque no hay necesidad de contarlo todo. Lo pongo porque la mayoría no lo sabe y puede malinterpretarme, que es algo que le encanta a la peña, tomarse las cosas a mal para escandalizarse y tal, les da vida, siquiera un motivo para cagarse en tu madre, a mí el primero.

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