martes, 22 de marzo de 2011

FAUNA


Hoy es noticia la muerte inesperada y llorada de Txutxi Aranguren, el que fuera entrenador del Deportivo Alavés en sus peores y mejores años, una persona de la que parece haber un consenso general al definirla como esencialmente buena. Para ello se resalta entre las virtudes del portugalejo el haber sido un hombre humilde, honesto, serio y trabajador. Son virtudes que la mayoría reconocemos en los hombres que dejan huella de verdad y que echamos en falta a diario en el resto de nuestros congéneres.

Porque si la gente como Aranguren a la larga, o para siempre, deja huella en la memoria de los que lo trataron, otros con los que solemos tropezar de vez en cuando, más de las que quisieramos, solo nos dejan un poso de rencor y amargura, el cual, con todo, apenas nos dura lo que dura, a la larga nada de nada. Se trata de la brega con ciertos individuos de los que lo más generoso que se puede decir de ellos es que están de sobra en este mundo. Para muestra un botón:

Un empresario vitoriano y su hijo fueron detenidos por la Ertzaintza el pasado sábado en Vitoria por un presunto delito de atentado contra agente de la autoridad, en un violento incidente que comenzó como una simple advertencia a un conductor

De acuerdo con la declaración de los policías vascos, el hombre, -D.G.I., un empresario del sector del transporte en Alava-, les dijo entonces: «¿No tenéis nada mejor que hacer el gilipollas?». En ese momento, los ertzainas le pidieron que se identificase. Por toda respuesta, el empresario les gritó: «No sabéis con quien estáis hablando, el delegado del Gobierno es mi amigo, chulos de mierda, os vais a enterar», dijo en relación a Mikel Cabieces, el representante de la Administración central en Euskadi.

El atestado del incidente narra entonces cómo el hombre se puso a llamar por teléfono, momento el que uno de los ertzainas le pidió que dejase de hacerlo. Se inició un forcejeo en el que el empresario asestó una patada en la rodilla a uno de los policías. En la pelea, el hombre fue derribado al suelo. El informe agrega que el detenido continuaba chillando: «Vais a durar cuatro días en la Policía. Vais a barrer las calles. Estáis para servir a la gente decente como yo, iros a detener a moros y maricones». Al mismo tiempo, pidió ayuda a su familia, que se encontraba en el chalé.

El atestado relata cómo entonces la esposa del empresario golpeó por la espalda a otro de los policías vascos. Otro ertzaina tuvo que apartarla y en ese momento, la mujer le gritó: «No toquéis mi abrigo que vale más que vuestro sueldo de un año. Voy a llamar a Mikel y os vais a enterar. Van a estar en la calle en media hora», les gritó.


Es cierto, por la boca muere el pez y esta familia tan "ejemplar", siquiera por lo que nos sirve de ejemplo aquí, se retrata a sí misma con sus palabras, son escoria. A decir verdad, lo del abrigo no tiene precio como retrato sucinto y certero de una verdadera sociopatía, la de creer que el dinero, siquiera solo presumir de tenerlo, te da carta blanca para todo, en especial para despreciar al resto de tus congéneres porque crees estar por encima de ellos. Imagino que muchos de los que habrán leído la noticia habrán caído en la tentación de tildarlos de inmediato de "típicos nuevos ricos". Desconfío de inmediato de quien usa semejante expresión por el tufo irremediablemente clasista que tiene, como si el hecho de haber hecho dinero como consecuencia de tu inteligencia y esfuerzo no fuera suficiente para cierta gente que siempre verá una mácula en tu persona, ya sea porque no tienes, ni la cultura, ni la alcurnia suficiente que otros recibieron por el solo hecho de nacer, o simplemente porque hay que marcar diferencias a toda costa para sentirse siempre mejor que el resto, por encima, pura sociedad de castas. Las personas se descalifican por lo que hacen o dicen, nunca por lo que son.

Ahora bien, cuanto menos resulta curioso que el señor delegado del gobierno central, el socialista Mikel Cabieces, tenga este tipo de amistades, las cuales ya de entrada están convencidas de que el hecho completamente casual de ser "moro" o "maricón" es delictivo. No me lo creo, no en un país donde se le llama amigo a cualquiera y cuanto más sea o más tenga mucho mejor, aunque solo se haya intercambiado un par de frases de cortesía con él. La tontería es lo que tiene, se creen que todos los demás también lo somos. Anda que si lo verdaderamente delictivo fuera serlo...

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