domingo, 27 de marzo de 2011

FIN DE SEMANA


Viernes a la tarde hacia Vitoria a toda pastilla. Paramos en Llanes a comer el pollo al ajillo y antes de que nos lo traigan aparecen los suegros que van de camino a Pamplona porque han quedado con unos amigos para pasar el finde disfrutando de las excelencias gastronómicas de Navarra. Nos invitan al pollo y cada uno sigue su camino. Antes de Santander el baby que nos deleita con una se sus vomitonas. Desvío de la autopista para la limpieza. Vuelta a la autopista, parece que el mal tiempo se queda atrás, en Asturias. Ya en Berroztegieta compruebo que mis progenitores están como quien dice para el arrastre; ella con lo suyo de siempre cada vez peor desde la caída de hace unos meses, y él en la cama con un catarro de aupa. En fin, lo de cada tres semanas cuando vuelves a tu casa y ves que desde que la dejaste poco más que se cae a trozos, mi viejo no arregla nada, y mi madre cada vez más necesitada de una escalera en condiciones o una habitación para ella en la planta baja; nada de nada, es pensar en presupuestos, facturas o similares y recorrerle una especie de sudor frío por todo el cuerpo, de momento con el catarro creo que ya tiene suficiente.

En fin, sábado a la mañana, preparados para bajar a la ciudad con el bebé, al otro no hay quien lo arranque de Berrozti, saca los juguetes que acumula tras cada visita y ya le puedes decir que hay dragones o triceraptos en la Virgen Blanca que ni puto caso, el a lo suyo; esa mañana tocaba ponerse empapado con el riego a propulsión de su tío.

Nosotros de poteo al centro. Antes de aparcar Mikel nos vuelve a obsequiar con una vomitona. Esta vez nos cubre por completo la silla de un manto blanco. En la limpieza casi que se nos quita las ganas de pinchoteo. Paseo por el centro que está a rebosar de gente entre grupos de turistas y manifestaciones varias. Luce un sol espléndido. Visitamos el nuevo mirador junto a un tramo de la muralla que da a San Miguel y que acaban de inaugurar. Mu bonico ello, como también han puesto ascensor podemos subir y bajar a nuestro antojo; unas vistas extraordinarias de la ciudad y sus tejados desde el cuarto piso. Luego ya después de un par de potes en los baretos de siempre, que estampo al niño cogido de la mano contra la puerta del Tximiso; por poco le suelto "¡toma, esa por la vomitona!". La camarera que se acerca con una servilleta con hielos para bajarle la hinchazón. Mi señora como si lo hubiera hecho adrede y no porque el enano cabrón se la haya dado al intentar soltarse de mi mano: me como una croqueta de queso envuelta en una tira de bacon acompañada de un Albariño y casi que se me pasa el disgusto.

Ya a la tarde tras la comida familiar me dispongo a darme un voltio por el monte con mi cuñada y mi hijo mayor. Pues que no me deja mi señora porque no he traído calzado adecuado y voy a joder los zapatos nuevos por las trochas y veredas de las faldas del Zaldiaran. Como la tenemos porque se me cruza el cable y me da por despotricar contra la tiranía conyugal y en ese plan, pues eso, que me quedo en casa toda la tarde con mis cosas de tener entre la manos.

Menos mal que por fin dan las nueve y hemos quedado tras desentendernos de los críos gracias a mis padres, mi hermano y su pareja; que están que no cagan con ellos y no ven la ocasión de disfrutar de ellos a solas. Pues que les aproveche.

Llegamos tarde a la cita en el Juan, todavía está la cabeza del toro de cuando nos poníamos tibios los sábados a la tarde a jarras de cervezas con quince o dieciséis años. Me temo que es lo único que queda. En todo caso comienza la noche. Pote en el Rosy y de cabeza al Erkiaga, una tasca de toda la vida en lo viejo que ahora han cogido unos chicos para servir pinchos y comidas; justamente leía esa misma mañana en el periódico que el éxito había sido tanto que estaban pensando en ampliar el negocio. Creo que ya he hablado del Erkiaga en otra entrada, era la cuarta o la quinta vez que aterrizábamos por allí. Ya en faena ensalada caliente de pulpo con pataticas y toda la hostia, revuelto de hongos con foi y trufa rallada, delicioso, Ptx y yo nos damos al chuletón con patatas y piperrada, ellas a una especie de frixuelo gigante con más hongos, gambas y bacalao; a la Vr le privan los hongos pero ayer acabó hasta el cogote de ellos. Comer, beber y risas, ni un puto crío tocando los cojones alrededor. No pido más por una noche. Bueno, pedí una segunda botella de Fernández de Piérola para dos, pero parece ser que Patxi el Flojo no estaba por la labor con la excusa tan nimia de que ya nos habíamos tragado el chuletón; ¡joder, pues pide otro, ahibalahostia! En fin, menos mal que, en previsión de que este fin de semana se acabara la producción anual de patxarán, parece ser que en la zona de Viana había cundido ya la alarma, no me pregunten por qué..., me tomo dos Basaranas negras. Empieza el desbarre tras pagar la cuenta. Subimos a la Corre para dar en el nuevo Kokodrilo. Un camarero argentino nos sirve unos gintonics en unas megacopas cuya elaboración le lleva tanto tiempo que por un momento empiezo a sospechar que estamos en misa y el fulano lo que está haciendo es consagrar la hostia y no otra cosa. Luego ya nos colocamos en la barra a cierta distancia de las féminas y empezamos pegar la hebra a cuenta de Mendoza y los vinos argentinos, El River y las hostias con los del Boca en la Bombonera, Maradona para no variar, más en concreto su gran actuación durante el mundial, la noche vitoriana y el hedor que salía del desagüe, o de dónde fuera, en ese momento. Cómo estaban los gintonic. Al rato cambio de tercio, a por el siguiente. La noche empatxaranado y encubatado no es que sea joven, es que no amanece, ni me acordé de cambiar lo de la hora. Acabamos en Cercas Bajas donde solía tomarme un café con mi primo J. Parece que no hay ni un puto vitoriano sirviendo copas a esas horas -lo digo porque se agradece- porque el de ahora era un inglés muy simpático que, aunque estaban para cerrar, va y se enrolla a riesgo de que aparezcan los munipas de un momento a otro. Cubatazo al canto. Y ya luego me acuerdo de poco, con tal de no acabar otra vez en el karaoke..., lo que más que al llegar a Berrozti no encontraba la cadena que sujeta la verja de la entrada a la casa de mis padres, de que dejé por ahí colgado el candado o algo así. No sé si me abracé al perro o a mi madre, qué más da. Lo que no me explico es el clavo que tenía esta mañana si anoche no mezcle con cava o rosado...

Supongo que esto es más o menos lo que preguntaba la amiga Carmen.

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