martes, 11 de enero de 2011
CHICO Y RITA
De entre todos lo regalos de navidad, y eso incluso teniendo en cuenta que se trata de un "regalo de cuñado" con lo que eso significa, como que no hay poca literatura ni nada al respecto, todo un género dentro del mundo de los regalos navideños, tengo que destacar el libro de CHICO Y RITA.
El Comic parece gozar de poco prestigio, o al menos eso es lo que se deduce de la escasa antención que le prestan al llamado noveno arte los medios en sus páginas de cultura, apenas dedicados a algo más que la crítica de libros y discos. Este que nos ocupa puede que haya tenido más suerte porque sus autores son dos néofitos, el conocido diseñador de Javier Mariscal como ilustrador y el no menos conocido cineasta Fernando Trueba como guionista. Ambos han perpretado una obra más que digna dentro de los cánones de un género que, pese a quien pese, produce verdaderas obras de arte, todo lo minusvaloradas que se quiera, pero arte al fin y al cabo. El guión de CHICO Y RITA una historia acaso un tanto manida y lineal del artista que una vez encaramado a la fama con sus correspondientes renuncias y el inevitable amorio locuelo cae en desgracia. Que el personaje de Chico esté basado en el conocido pianista cubano Bebo es lo de menos, que la historia resulte, como he dicho, un tanto líneal, todavía menos. Por lo que a mí respecta, el Comic como género narrativo puro solo tiene sentido, a saber si por pura nostalgia de los mejores momentos de la infancia, cuando se trata de clásicos del humor como Mafalda, Asterix y Obelix, Mortadelo y Filemón, Tintín siempre que no salga él mismo, cualquiera de Vázquez, de EL JUEVES incluso como el gran Benet, en plan más entendido como Altuna, Manara o Giordino, y por qué no los de cualquier tira cómica diaria como El Roto o Forges, Pachi e Idigoras o Don Celes, puede que hasta las mujeres desesperadas de Maitena, a los que habría que añadir la ironía amarga del Paracuellos de Carlos Jiménez o gamberra de Robert Crumb. Lo otro, el Comic que aspira a serio solo consigue serlo gracias al dibujo, ahí está el meollo de todo, sea línea clara o todo lo oscura se quiera, lo que de verdad debe atrapar, maravillar, al lector es la historia a través de la imagen, no al revés, para eso, para desarrollar historias desde todo tipo de ángulos argumentales y con todo tipo de adjetivos, ya está la literatura.
Desde este punto de vista hay que subrayar que el trabajo de Mariscal cumple con creces el requisito artístico, no tanto en la caracterización de los personajes, poco más que correcta, con el la de las ciudades que aparecen en el álbum y que son verdaderos protagonistas del mismo, a destacar la Habana Vieja antes de su actual decandencia (emocionante la escena en El Nacional por lo que me toca) y el New York de los cincuenta, una verdadera gozada visual en la que trasluce, de eso se trata, el trazo personal de Mariscal, claro que como comiquero todavía muy lejos del esplendor onirico de Moebius, la elegancia años cuarenta de Eisner, el lirismo aventurero de Prat, la colorista morriña de Miguelanxo Prado o la crudeza futurista de Enki Bikal. Otra cosa será lo que hagan los autores con la versión cinematográfica, por muy de dibujos que sea al guión habrá que darle varias vueltas de tuerca porque de lo contrario me temo que les va a quedar de un ramplón absoluto, que para ver un remake en dibujos de Los Reyes del Mambo mejor quedarse en casa.
Y, por supuesto, aquí no se habla del MANGA porque eso es otra cosa, eso es en lo esencial la continuación de las peripecias de Heydi y Marco cuando ya se hacen mayores y empiezan a consumir sustancias de todo tipo y a probar todo tipo de agujeros...
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