miércoles, 19 de enero de 2011
PÁJARO QUE CAGA EN SU PROPIO NIDO
80 años ya, la mayoría de ellos ejerciendo de Juan Sin Tierra, también, o sobre todo, en tierra de moros, dando las señas de una identidad redescubierta, ocultada, proscrita, reivindicando la figura de Conde Don Julían o de Blanco White, la del heterodoxo que en España siempre da en traidor o renegado que luego no lo es tanto, que lo es a la fuerza, porque en su momento le obligo a serlo un país negro y triste de sotanas y uniformes, un país que se negaba a sí mismo, de ortodoxos de la única verdad castiza y cristiana revelada los Menéndez (Pelayo y Pidal) y Sánchez Albornoz. Ochenta años reivindicando también la voz de los que fueron silenciados en su momento porque su verdad no era del agrado de los que se veían a sí mismos inmaculados en su raza y fe, voces como la de Américo Castro que recuperó la esencia de otras Españas, que demostró cuánto de ellas hay todavía en nosotros hasta en la nimiedad de ofrecer la casa de uno al extraño. Ochenta años en los que también ha tenido de compañero de viaje al Cervantes amigo de moriscos y sodomitas, que ha denunciado el pasado mísero de los Campos de Nijar y el oprobio de de esos otros actuales y prósperos del Ejido, el genocidio bosnio y checheno y también las injusticias de su próspero presente, el exotismo interesado y el parternalismo eurocéntrico del orientalismo que ha contribuido a desmontar recogiendo la antorcha que encendió Edward Said.
Ochenta años de la Ceca a la Meca con paradas en su rincón de la plaza Djmma el Fna departiendo en darija como uno más, a la sombra de la Kutubia, elogiando las virtudes el pájaro solitario entre las tumbas de las Makbara,. Ochenta años de una carajicomedia con paisajes de batalla al fondo, contra las sagradas formas de cualquier credo, dialogando con otros de su calaña sobre la desmemoria, los tabúes y el olvido. Puede que este último también cuando le interesa porque a la edad lo que en Tunez es de cajón en su residencia habitual ya no lo parece tanto, matices como los de el Sahara que huelen a es de buen nacido ser agradecido, aunque luego parezca que el pájaro que cagaba en su propio nido ya no lo hace tanto, al menos no en el último. No importa, ya defecó a gusto en su tiempo y a la edad prima sobre todas las cosas el espacio que se lee ya casi a diarío, el propio mundo imaginario. El peaje de la vida.
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