jueves, 27 de enero de 2011
MAÑANA DE MANIFA
Hoy he estado de manifa o algo así. Resulta que estábamos convocados los padres del colegio del mayor para protestar por la suspensión cautelar de las actividades extraescolares en el patio en razón de la denuncia por ruidos presentada por una vecina. Dejando a un lado el absurdo de la pretensión de hacer primar el interés particular de la vecina en cuestión sobre el público, en este caso la educación de nuestros hijos, por no hablar de la soberbia infinita de esta vecina al pretender que un espacio público como un colegio no genere ruidos que la puedan molestar, poco importa que el colegio estuviera antes o después del edificio de pisos donde ella vive, la verdad es que la manifa, concentración o quedada de padres de alumnos, ha sido de los más deslucida. Estaríamos una centena aproximada de padres (y abuelos, que los había que venían con la pancarta de casa y no sé yo si el Alzheimer o qué , pero por un momento he creído leer en la pancarta."¡NO A LA RECONVERSIÓN INDUSTRIAL, LA MINERÍA ASTURIANA EN LUCHA!)concentradas en la calle, a saber si frente al edificio donde se supone que vive la denunciante o de espaldas al pabellón del colegio que genera los ruidos de marras, algunos con pancartas y otros con esparadrapo en la boca a modo de denuncia de la supuesta censura hacia la educación de nuestros infantes, la prensa local levantando acta de la cosa, y dos coches patrullas apostados enfrente, amen de otro dando vueltas constantemente y algún que otro munipa que pasaba por ahí.
Ni consignas, pitidos, cargas policiales, ni hostias en vinagre. Ha sido todo de un flojo, un ni fu ni fa, que hasta cuando el que debía ser el portavoz de los padres, se ha puesto a leer el comunicado de rigor, o no le funcionaba el altavoz o es que le había dado a la tecla de off, vamos, que no se ha oído una mierda. Así que mi señora y una amiga nos hemos ido de cañas hasta que nuestros retoños empezasen su perfomance del Día de la Paz (paso de entrar en detalles porque con decir que el punto álgido de la cosa ha sido la canción al unísono de todos los alumnos del Abre la Muralla" popularizado por Ana Belén y su marido, el que tenía un abuelo picador, ya está todo dicho...).
Luego he llegado a casa y he visto en internet que el día de huelga general en el País Vasco convocado por los sindicatos nacionalistas estaba dejando alguna que otra imagen de bronca como en los mejores tiempos; mucho palestino y pasamontañas con su pedrusco y hasta su cóctel no precisamente Margarita, otro tanto de agentes enmascarados con sus lanzapelotas y botes de humo. Así que entre eso y la sensación de haber acudido esta mañana a un pic-nic sin bollus preñaus, me ha entrado una nostalgia boba. Porque uno cuando mira hacia atrás y se pregunta qué ha estado haciendo durante sus años mozos, no puede evitar recordarse en una mani casi que por semana, a favor de esto o en contra de lo otro, a veces mejor no acordarse, que la memoria también mejor no menearla, asi te ahorras algún que otro disgusto, sobre todo de conciencia. Aunque en realidad es muy poco de lo que me arrepiento y mucho lo que recuerdo con verdadera nostalgia de la inocencia perdida o así, de cuando éramos insumisos de boquilla, estudiantes sindicados a la barra o txozna de turno, la vanguardia de no sé qué juventud alegre y combativa, con reservas, siempre con reservas y servidor también con mucha sordera, ya sé que me entenderán cuatro gatos. Luego también es verdad que todo ese tiempo de manifa entre semana con los de clase, de fin de semana con la cuadrilla y no te digo ya todas las que te pillaban en medio y casi siempre con tus correspondientes cervezas o kalimotxos encima, respondían más bien a la actualidad desquiciada del paisito. De ahí que prácticamente hayamos crecido a rebufo de las manifas que cambiaban según lo hacía también la sociedad enferma en la que vivíamos, de aquellas en protesta por las detenciones del día, discriminadas o no, de la desaparición en extrañas circunstancias de un autobusero navarro, o de un etarra o no en la bañera de una comisaría, a otras en contra del silencio cómplice con los terroristas, en protesta por el asesinato del de un bando o del otro, de la violencia desde todas las partes, ETA, GAL y todos los Galindos de por medio.
En todo caso, la manifa era un rito al que estábamos acostumbrados, tan expertos que ya sabíamos de antemano el tipo que tocaba, si iba a ser de las de terminar en una plaza con la lectura de un comunicado y todos para casa, y una mierda, todos a los bares a continuar la fiesta, a intercambiar batallitas de dónde has estado, cuántos porrazos has recibido a cuantos maderos has alcanzado con el tirachinas, hasta las que de todas todas iban a acabar en jarana, las más para ser sinceros, lanzamientos de pelotas, botes de humo, adoquines y alguna que otra cabina quemada o luna bancaria agrietada. Como que para nosotros incluso hubo saltos cualitativos dentro de la parafernalia de las manifas que también marcaron el paso de los años; me refiero en concreto al despliegue de la Ertzaintza y el repliegue de los maderos, en el lenguaje radical al uso por propios y extraños, insisto, seamos sinceros: la llegada de los zipaios y la retirada de las fuerzas de ocupación extranjeras. A partir de entonces se acabó la facilidad con la que se toreaba a aquellos policías barrigudos y vagos de necesidad, que se apostaban en las esquinas de la entrada a las callejuelas de lo viejo con sus lanzapelotas y que apenas hacían amago de correr detrás de los manifestantes, no les fuera a dar un infarto o por el estilo, como que de perseguirte lo hacían al volante de la lechera o entrando de improviso en los bares de donde te sacaban a hostias haciéndote el paseillo a la salida porra en riste o lo que fuera, qué majos ellos. Con los ertzainas el salto cualitativo al que me refería se percibía con solo echar un vistazo a aquellos armarios trabajados a conciencia en el gimnasio. Como que la primera vez que nos enfrentamos a ellos la carrera no terminó donde acostumbraba, a lo sumo a los cien metros, sino que nos vimos zapatilleando desde el centro hasta la Avenida porque los muy hijoputas no solo no se cansaban sino que además corrían más y hasta saltaban los coches cruzados como barricaadas; lo dicho, todo un salto cualitativo.
Luego también hubo otras manis menos jacarandosas, más concienciadas, de cuando ya empezabamos a poner en tela de juicio todo lo que nos rodeaba, cuando ya no soportamos más la rutina asesina en la que vivíamos, de cuando empezamos a decir basta ya, se acabó la equidistancia indocumentada, los prejuicios de la tribu, adios a los mitos de ésta, no más muertes injustificadas, todas lo son. Manifas tensas aunque no hubiera carga policial de por medio, quizás como nunca lo fueron las otras, codo a codo con otros que iban de otro palo, a lo suyo, su bandera, su secta, en defensa de la equidistancia interesada de Ibarretxe y Arzalluz, peor época no hemos conocido, sobre todo en lo tocante a la moral y ética, sin violencia quizás no sea todo posible, pero desde luego que sí podremos hablar de ello en verdadera libertad.
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