jueves, 1 de diciembre de 2011

LA AMARGA BOUTADE DE FERNANDO ARAMBURU


Leo todo lo que publica Fernando Aramburu y creo haber disfrutado también con todo. Lo hago desde la magnífica y muy arriesgada -siquiera solo por volumen- Fuegos con Limón, y siempre esperando encontrarme un estilo muy definido en el que destacan su cuidado del acerbo léxico del castellano y también, lo que para mí es decisivo, su muy particular y a la vez reconocible sentido del humor (de hecho, sólo éste puede sostener, y con éxito, una novela como Viaje con Clara por Alemania de más de quinientas páginas y plagado de anécdotas domésticas o conyugales). Pero no todo son sonrisas y ternura en la obra de Aramburu, de lo que El Trompetista de Utopía es su mejor exponente, también se da el caso de que ha sido el escritor que mejor y a corazón abierto ha retratado los pormenores más dramáticos y emotivos del llamado conflicto vasco con su libro de relatos Los Peces de la Amargura. Esto lo digo como lector a título particular y parece ser que me lo refrendan los elogios y premios recibidos por dicho libro.

Ahora bien, tanto éxito literario, y puede que al calor del premio Tusquets de Novela 2011 recién otorgado por su obra Los Años Lentos, de inmediata aparición en su editorial de siempre, Tusquets, parece que ha acabado contagiando al muy notable escritor donostiarra de ese síndrome que muy de vez en cuando afecta a la gente del gremio; el de las declaraciones salidas de tono para epatar al personal, también llamado fiebre pontifical o ganas de dárselas de listo recurriendo al lugar común.

Porque eso y no otra cosa es lo se antoja una vez leídas las declaraciones de Aramburu en las que se despacha tan rica y displicentemente diciendo que sus colegas y paisanos no son libres porque están subvencionados. En la entrevista a El PAÍS lo repetía tal que así:

No lo son porque están subvencionados, forman parte de la campaña de promoción del idioma. En el País vasco se mantiene la ficción de que existen lectores en euskera y por tanto es necesario el apoyo oficial. La subvención tiene un doble peligro: te permite ser escritor pero sabes que si te sales del camino te pierdes parte del pastel. A Bernardo Atxaga le tengo un gran afecto, es una excelente persona, pero ha tocado el tema de ETA de manera metafórica, sin nombrar lo evidente: el sufrimiento y la sangre. No es un hombre libre y trata de complacer a unos y a otros.

Son declaraciones muy directas y comprometidas que ya solo por serlo habría que aplaudirlas. También las hace con cierto fundamento, el de que la literatura en lengua vasca apenas podría sobrevivir si no fuera subvencionada. Ahora bien, ¿acaso esto es en sí algo malo? Una lengua minoritaria como el euskera, con generaciones enteras de hablantes que no recibieron instrucción alguna en dicha lengua porque estaba proscrita, una lengua que se mantiene viva única y exclusivamente por la voluntad de sus propios hablantes, ¿acaso podría competir en igual de condiciones con esas otras dos lenguas mayores, universales si se quiere, que son el francés y el español? La respuesta es muy clara para los que conocen el presente y pasado lingüístico del País Vasco, para el resto ya no lo tengo claro, para el resto me temo que la existencia misma de la lengua vasca no pasa de ser una excentricidad.

Pero claro, acabamos de mentar la bicha, usado una palabra maldita en estos tiempos de darwinismo económico inducido: subvención. Pregunta al ciudadano medio que piensa de éstas y qué te dirá, máxime en estos tiempos de zozobras y dramas personales a cuenta de la dichosa crisis. Pues que mal, que si a él no le subvencionan el material de oficina o las mesas de la terraza de su cafetería, a ver por qué a otros sí, qué tienen de especial. Y esto será la respuesta inmediata y airada del ciudadano de a pie, el que cuando escucha la palabra cultura se echa instintivamente la mano al bolsillo como lo hacía Milán del Bosch a la pistola, al que cuando le cuentas que el gobierno también sostiene el mantenimiento de las catedrales se queda con las ganas de espetarte que la paguen los curas, tal es la sensibilidad generalizada del muy culto y generoso pueblo español. Si les cuentas que de la misma manera que el Gobierno Vasco fomenta el uso y conocimiento del euskera en el PV, también lo hace el gobierno español en el extranjero mediante el Instituto Cervantes y el francés, y el alemán, y el italiano... ¡ah, claro, pero no vas a comparar! Porque si preguntas a alguien sólo una pizca más instruido, sólo, te responderá que para qué fomentar una lengua como el euskera, que sólo la quieren los vascos para sentirse especiales, marcar diferencias, para alimentar su obsesión identitaria, que para qué pudiendo teniendo una lengua tan universal como el castellano, ya son ganas de andarse con pijadas, de derrochar. Y no les vayas con el argumento de que si se subvenciona al fin y al cabo es porque la mayoría de los contribuyentes vascos así lo piden, la mayoría, y a las estadísticas me remito, que el apego por nuestra lengua vernácula tiene que ver más con las cosas del corazón que con la de la ideología. Ni te lo entienden, ni te lo aceptan, son tiempos en los que como no tengas un argumento monetario en la boca en seguida te tachan de bobo. De modo que para qué insistir e incluso hablarles del movimiento de recuperación de la lengua que surgió en los años sesenta por iniciativa popular, el de los padres que crearon ikastolas desde Bayona a Tudela, de los doscientos mil nuevos hablantes surgidos de ellas y de la voluntad del conjunto de los vascoparlantes de vivir y/o cultivar una lengua que consideran tan suya como el castellano, con todo el derecho del mundo a que parte del dinero de sus impuestos sirva para sostener la producción cultural en su lengua minoritaria. Pero insisto, qué fea suena ahora la palabra subvención, tanto que para muchos no habría que subvencionar nada, habría que fiarlo todo a las leyes del mercado y punto pelota, así se cayera a cachos la Alhambra enterita.

Por eso suenan tan malintencionadas las palabras de Aramburu cuando dice de un modo tan gratuito que en el País vasco se mantiene la ficción de que existen lectores en euskera y por tanto es necesario el apoyo oficial. Claro que igual no hay tantos lectores en euskera como tiene él para cualquiera de sus novelas; pero, a saber si lo dice porque al vivir fuera, y no tener por lo tanto un vínculo directo con el mundo literario vasco en que destacan los clubes de lectura esparcidos a lo largo y ancho de los siete herrialdes (con perdón), la afluencia a lecturas de escritores, la pujanza de la red de bibliotecas que junto con el sistema educativo fomenta la lectura entre los jóvenes y da a conocer las novedades literarias, Aramburu ha perdido el sentido de la distancia que hay entre una lengua minoritaria y cualquiera de las demás, entre el pasado y presente de lo que era y lo que es la realidad lingüística del país que dejó atrás.

Pero donde más errado está Aramburu es en su juicio tan somero acerca de sus paisanos y colegas. No digo que, como en todo lo demás, no haya un fondo de verdad en sus palabras, siquiera a toro pasado, no han cambiado poco ni nada las cosas y aún así con reservas, pero al afirmar lo que el afirma se le nota que carece de ese sentido de la distancia, que habla, si no de oídas, si desde el pasado, anclado en los prejuicios o impresiones de entonces. Y lo que es peor, uno tiene la sospecha de que encima lo hace para complacer a la audiencia que le ríe o aplaude la gracia, ya sea durante la entrega del premio o hoy por la mañana a lo largo y ancho de España donde haya alguien que abra EL PAÍS para deleitarse con unas declaraciones que ponen en su sitio a esos vascos malos de necesidad, nacionalistas y quizás no, Una audiencia, la cual, para qué engañarnos, para qué andarnos con medias tintas, la tiene entregada de antemano al desuello público de todo lo que tenga que ver con el euskera, lengua que siempre ha suscitado el recelo o desprecio del resto de los españoles porque la consideraban esa molesta excentricidad a la que me refería antes, ya sea unos por motivos puramente ideológicos, porque mancha en cierta manera esa sacrosanta unidad de la patria una e indiscutible, porque molesta en la concepción que tienen algunos de España como una Castilla ampliada y poco más, y otros, peores que los primeros porque encima rezuman paternalismo y condescendencia revestidos de presunta progresía cosmopolita, porque según ellos las lenguas como el euskera no son cool, oh yeah, no valen para la vida moderna, y eso teniendo en cuenta que esto siempre te lo suelta gente que no la conoce, que lo mismo que dice eso del euskera lo podría decir del esloveno, suomi, estonio, uzbeko o el shosa, tal es su inmensa sabiduría acerca de lo que no conocen...; me refiero, claro está, a esos que te sueltan un condescendiente yo no tengo ningún problema si alguien quiere hablar vasco...; no te jode, como si hubiera que pedirte a ti permiso... No se trata de algo nuevo, ni siquiera de nuestra época, viene de muy antiguo tal y como lo han demostrado autores nada sospechosos de veleidades nacionalistas en libros como El Espíritu emprendedor de los vascos, de los reputados historiadores Alfonso de Otazu y José Ramón Díaz de Durana; por oír también se oían y leían las mismas diatribas y prejuicios contra la lengua vasca desde la Edad Media pasando Edad Moderna para llevar a la cotemporánea, y así estamos.

Pero digo que Aramburu se ha equivocado de lleno, y lo digo porque, aunque ese pujo por soltar la boutade -forma fina, casi pija, en sustitución de "chorrada"- más grande afín de contabilizar luego el número de boquiabiertos que hay entre el respetable, costumbre por otro lado muy de la tierra, muy de muslari a lo ordago a la grande a ver si hay cojones de aceptar mi reto, y si bien a todos nos gusta oficiar de vez en cuando de enfant terrible de nuestra casa, colegio, pueblo o barrio, hacerlo a sabiendas de que tu conocimiento sobre lo que hablas es bien escaso, superficial como mucho, no sólo es sospechoso cuando lo haces dirigiéndote a ese público que, insisto, sabes que tienes entregado de antemano (al menos Thomas Bernhard y otros soltaban sus boutades directamente en contra del tribunal que les había premiado; eso sí que era ir de enfant terrible por la vida, de cantar las cuarenta a quien tenía que hacerlo...), sino que además es terriblemente injusto, rozando la canallada, cuando la realidad te desmiente con sus datos.

Dice Aramburu que los escritores vascos no son libres para hablar de ETA porque están subvencionados (habría que aclararle que en todo caso lo son los libros que publican las editoriales, nunca sus autores), y que si lo hacen siempre pecan de tibios para contentar a unos u otros. Pues bien, dejando a un lado que es verdad que la mayoría ha sido tibia hasta no hace mucho, consentidora e incluso cómplice de lo que hacía ETA, claro que a saber si antes por convicción propia que por asegurarse las subvenciones de marras que nunca cobran personalmente, sólo le aconsejaría que echase un vistazo a los siguientes autores con sus obras a ver si le siguen pareciendo tibios, suponiendo, claro está, que en su boca tibio no signifique toda aquel que no escribe como creo que debe hacerse, que no dice las cosas como Fernando Aramburu las diría, el que mejor las ha escrito, sin duda. Estos, al menos, han tratado el tema de ETA de frente y no precisamente para complacer a nadie, como él sugiere, sino todo lo contrario.

-Bizia Lo del escritor navarro Jokin Muñoz, premiada con el premio Euskadi de Literatura en 2008.

-Iban Zaldua en cualquiera de sus libros de relatos y muy en especial, por el tono paródico del mismo, con su novela Euskaldun guztion aberria.

-Felipe Juaristi en toda su obra y en especial en la última: Ez da gaua begietara etortzen.

-Juanjo Olasagarre en sus dos novelas: Ezinezko Maletak y T

-El reciente premio nacional de ensayo de España Anjel Lertxundi a lo largo de su obra y muy en especial en la última, Etxeko Hautsa.

-Uxue Apaolaza con su primera novela Mea Culpa.

-Toda la obra de Luís Haranburu, a destacar Kandido o Auskalo, Luk.

-El fallecido Xabier Gereño siempre que trató el tema sin tapujos y siendo ferozmente crítico con el nacionalismo radical.

-Ramon Saizarbitoria con la que probablemente es la novela más celebrada en lengua vasca: Hamaika Pauso.

-Toda la producción en euskera de Mario Onaindia.

-Muchos de los poemas del celebrado y llorado Xabier Lete, verdadero icono de la lírica en euskera.


En fin, no son todos, sólo son los que yo he leído y por lo tanto sé de lo que hablo. Y acaso también son pocos en comparación con esos otros de los que hablaba antes, esos que consienten o animan. Pero tampoco nos vamos a llevar a engaño, sabemos cómo ha sido la evolución sociológica de la sociedad vasca en lo referente a ETA y sus consecuencias, sabemos de la supremacía ideológica del nacionalismo y en especial dentro del mundo vascoparlante, lo que no quita para que muchos de los autores arriba citados sean también nacionalistas, es justo reconocerlo y señalarlo, siquiera sólo para no caer en ese maniqueismo que empieza a ser doctrina oficial a un lado y otro de cada trinchera.

Por otro lado, también me podría citar a mí mismo, un poco de autobombo nunca viene mal, que si algo he hecho, con mayor o menor fortuna, ha sido criticar el clima de nacionalismo obligatorio imperante en nuestra sociedad y más en concreto la violencia de ETA y sus consecuencias. Mi primera novela GAITAJOLEA es una parodia de lo primero (y mira qué casualidad, basada precisamente en eso que cuenta F.A. en la entrevista del txistu y los curas...), la última hasta que aparezca en breve y en euskera la versión de la historia del coprotagonista y continuación de la primera que publiqué en castellamo, LOS AÑOS INFAMES, donde hablaba de una historia de amor condicionada precisamente por la imposibilidad del perdón o la desconfianza hacia el mundo de ETA, titulada MALDAN BEHERA DOA AGURO NIRE GORPUTZ BILUZIA (sí, un claro homenaje a Aresti, la gran figura de las letras vascas que nunca comulgó con la violencia y que además ejercío de bestia negra de cierto nacionalismo) es en cambio, al menos lo prentende, una dura crítica desde el punto de vista de una víctima de ETA sobre el entorno pasado y presente que hizo posible y justificó o calló ante el asesinato de su padre. Ambas novelas han sido editadas con la ayuda de la consejería correspondiente, en la época cuando todavía estaba el PNV al mando, y en una editorial, HIRIA, que no comulga precisamente con nada de a lo que Fernando Aramburu insinua que se reduce la producción en lengua vasca. Porque, la realidad, Fernando, es que la consejería de marras jamás ha mirado el contenido de las obras que subvencionaba en parte, solo en parte, ni antes con el PNV ni ahora con el PSE.

Lo más triste es que uno sospecha que detrás de estas declaraciones altisonantes lo único que se esconde es la ignorancia habitual y sumamente prejuiciada del vasco monolingüe en castellano que desconoce casi todo lo que se hace en euskera (si bien Aramburu declaraba hace tiempo haber estudiado la lengua y sentir cierta curiosidad por lo que se hace en ella, claro que, ¿hasta qué punto la domina y cuánto sabe de verdad a tenor de estas declaraciones?), que vive de espaldas a la comunidad vascoparlante aunque hasta su propia parentela sea miembro de ésta, que mira desde arriba con desprecio o paternalismo, no sé qué es peor, la producción cultural en dicha lengua, y que prefiere tirar del dato cogido por los pelos o sin contrastar del todo, del lugar común, para confirmar sus propios prejuicios y acaso también para contentar a otros con estos.

Y aún así, para terminar este largo cabreo por escrito, motivado por la injusticia gratuita que subyace en las afirmaciones de F.A, tengo que confesar que coincido al 100% con el escritor donostiarra en todo lo que dice acerca de Bernardo Atxaga. Si bien, y como ha ocurrido tanto en nuestra sociedad, puede que ni siquiera fuera tibio, puede que sólo tuviera otras prioridades, digamos que más poéticas.

2 comentarios:

  1. Fernano Aramburu se siente profundamente agraviado por todos los que saben euskara. En privado siempre habla así, con todo el desprecio. En público, solía disimular y fingir "amor a todas las lenguas".
    Lo sé porque lo he tratado

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  2. Fernando Aramburu escribe en su blog, tras una presentación de su libro:

    "Me flanquearon hembras a la mesa. Estaba, pues, como en casa. Es que congenio con el rebaño cuando es bello y huele bien."

    ¡Qué bien se ha retratado!

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