martes, 13 de diciembre de 2011
VERGÜENZA AJENA
Ya sé que ésta va a parecer una de esas entradas típicas de un tipo impresionable al que, superado por los hechos, tiende de inmediato a lo apocalíptico, siquiera sólo a la generalización simplista. Pues sí, será que lo soy, impresionable por no decir un tanto simplón. Sólo espero que algún listo me ilumine, que me libre de la congoja que me supone creer que todo va a peor, que vivimos en un mundo cada vez más frívolo, injusto y hasta canalla, que cada vez las cosas son más tristes o simplemente chuscas. No tengo ningún problema en que así sea, todo lo contrario, lo estoy deseando por mi bien y el de todos.
Sin embargo, lees que en un par de días cerraran el centro Niemeyer de Avilés por decisión del Principado, y te dices, ¿era necesario hacerlo así? Porque no niegas que haya algo turbio en la financiación de la Fundación que montaron para gestionarlo, algo abusivo en el hecho de dejar fuera al Principado de la misma. Y sin embargo, no es la polémica en sí, sino las formas lo que te extraña, ese entrar como un elefante en una cacharrería del recién estrenado consejero de Cascos, ese hacerlo todo a las bravas, ya sea mediante declaraciones altisonantes de unos y otros, acusaciones e insultos de un lado y otro, y en general sacando a la luz pública la mierda que debe haber entre bambalinas con el resultado de que el que iba a ser el icono de la modernidad asturiana en el extranjero se convierte en el incordio de la política casera. Lo lees u oyes y lo primerto que te preguntas es qué pasaría si ocurriera algo parecido con el Guggemheim de Bilbao (el cual tuvo sus manos y menos con la mano larga de su gerente, el señor Bidarte...) su hermano homónimo de Nueva York, el MOMA de la misma ciudad, el Pompidou de París, la Nationalgalerie de Berlín y hasta el Reina Sofía de Madrid. Es de suponer que, quien más quien menos, cada uno tendrá lo suyo, tanto como seguro que procuraran hacerlo de puertas adentro para no perjudicar el buen nombre de la institución, que saben que, pleitos mediantes, y por encima de cualquier otra cosa the show must go on.
Pues en Asturias no, aquí parece que prima llamar la atención cuanto más mejor, a ser posible a voz en grito, como en un chigre, que se entere la peña de que a mí no me la pega nadie, que se entere todo el mundo de que los otros hicieron esto o lo otro aunque todavía no pueda demostrarlo, que se noten mis cojones, ho! Y en eso parece que están, cuanto menos, en mandar el mensaje al mundo de que el que iba para centro emblemático de la región se va a quedar en poco más que en un almacén para lo que sea, que todo el dinero invertido en el mismo ha sido poco más que una broma de mal gusto, un caprichín del mandamás de turno, la constancia de que de lo único que se priva la peña que mangonea la región desde sus poltronas, e independientemente de su signo político, es de seriedad.
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