domingo, 23 de octubre de 2011
BUCOLISMOS
Cuidado con escribir mucho de tus naderías vitales que aburres, o algo mucho peor: te puede dar por la lírica. Pero como estimo que hay que dejar constancia en este blog de lo bueno, de lo que realmente merece la pena, aunque solo sea para luego volver sobre ello para recordarlo, pues a eso que me aplico.
Tarde de sábado por los alrededores de la casa de los padres de mi señora, salir a por castañas, de las de verdad, de las que se comen, no de las que se instalan en la cabeza tras una noche de farra, que después de la sobremesa como te amodorres todo se hace más espeso, pesa el estómago, la tarde se vuelve densa y no sólo porque estemos en otoño, haga más frío y anochezca antes, también hay que procurar no estirar demasiado las conversaciones, no vaya a ser que en cualquier momento alguna lo esté tanto que salte por cualquier lado, a saber.
Por otro lado, hace una tarde esplendida, soleada, como que al final vas en mangas de camisa, no te lo crees, estamos a una semana de noviembre, ¿qué coño han hecho con el otoño? Pero haberlo haylo, sólo tienes que fijarte en la hojarasca al borde del camino, en los kirikios con sus castañas bajo la sombra del castaño. También es verdad que para la fecha que estamos extraña que la mayoría todavía esté en el árbol. Todo parece ir más despacio, un largo verano que no quiere irse del todo, hasta las estaciones se convierten en Peter Panes que no quieren madurar, evolucionar. Sin embargo, aunque se resista el otoño está por todas partes, probablemente la estación del año que mejor viste el campo, siquiera sólo por las tonalidades entre el rojo purpúreo y el amarillo pálido de las copas de los árboles que no caducan.
Asturias como un paraíso natural hecho tópico por obvio, no defrauda ni un solo paisaje, ni siquiera el paisanaje lo hace con su eterna bonhomía a cuestas; qué distinto todo de donde tú ya sabes.
Ya en el sendero que sube hasta las faldas del Sueve, un anciano que también está a sus castañas. Te acercas tirando del carrito con el enano dentro y el otro a tu lado. El paisano que te dirige unas palabras que no comprendes. Sin embargo, cualquier cosa antes que responder como harían muchos allá donde tú ya sabes, algo así como responder. ¿hostias te pasa en la boca?, ¡Vocalice, buen hombre!
De modo que lo único que se me ocurre por toda respuesta en un vacilante "sí, claro!" que vete a saber tú si tiene algo que ver con lo que me ha dicho. El hombre que vuelve a la carga con algo así como "tevascojetumano pacande". Yo que alucino en todas las tonalidades del verde cantábrico; ¡pero qué bable más cerrado habla este hombre! ¿Y ahora qué le digo para no quedar ya definitivamente como un tonto del culo? Pues menos mal que los críos no tienen este tipo de problemas, que se la suda lo que puedan pensar de ellos. Así que va el mayor y le dice al paisano: ¿QUEEEEEÉ? Y entonces sí, entonces el señor ya se toma la molestia de vocalizar como Dios manda:
que tendrás que coger a tu hermano de la mano para que andeeeeeeeee..."
Pues nada, seguimos caminando, sacando foticos del otoño en el campo asturiano, con sus caballos, sus vaques, sus ovelles y sus pomares, avistando algún que otro milano, fantaseando con los rebecos pegando brincos en lo alto de la montaña. Pero se va haciendo tarde y hay que ir pensando en abandonar la bucólica compañía de las bestias para volver con los de tu especie, a la brega continua con el prójimo y sus manías, a la rutina familiar junto a la película de la noche y un buen bocado.
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