jueves, 27 de octubre de 2011

CAFÉ EN EL GULAG DE ABAJO


Ayer por la tarde, nada más llegar el relevo en el cuidado de nuestros pequeños monstruos, salgo disparado a tomarme una birra o un café, según me dé. En la cafetería no encuentro detrás de la barra a la chica de acusado acento astur-galaico que me atiende por las mañanas. De modo que en lugar de la Maho al canto o el café con leche mediano humeante que apenas necesito detallar, la camarera de la tarde me entretiene interrogándome acerca de mis gustos cafeteros. Vale pues, mientras aprovecho a echar un vistazo a mi alrededor al tiempo que localizo LA VOZ DE ASTURIAS/PÚBLICO. A mi vera dos señoras maduras que nunca pasarían por MILF (los que consumen porno ya me entenderán...), chaquetas de piel de leopardo, leotardos una y chandal la otra, cortes de pelo a lo mitad tinte y mitad raíz, la cara un Picasso o un Miró, me recuerdan que pronto será Halloween. No me quitan ojo, ni se cortan un pelo en hablar alto con grandes aspavientos. Ahora bien, no alcanzo a comprender las impresiones que les provoca la aparición en su horizonte vital de la figura de un chicarrón del norte alopécico porque ni siquiera tengo primero de ruso y todo lo que sé decir en la lengua de Tolstoi es niev, spasiva, dabai-dabai y vodka smirnoff. En el otro extremo del bar un trío de inconfundible acento local que mantiene la siguiente conversación poco más o menos:

-Que nun ties razón, ho!
-Que sí, Begoña, la policía nacional nun tie na que facer nes carceles, ye la Guardia Civil la que encargase del cuidau de los presos, ¿oiste?.
-A mí dixome el mio fio que tevi en Villabona
(la cárcel de Aviles) que yeran...
-Que no, muller, qui ha!, fazme caso que yo tamien tuvi en Villabona por cosa d´un furto y yeran los picoletos quies facian el traballo, ho.


Cojo mi café para ir a sentarme en mi rincón junto a la ventana. En eso que de repente entra Solobodan o Vladimir, uno de los habituales a los que yo llamo así en consideración a su más que probable origen étnico, un tipo de cabeza redonda y rapada, nariz mínima o ya directamente rota en vete a saber que reyerta callejera, chupa de cuero negra o cazadora acolchada, vaqueros negros marca paquete, cadenitas colgado de los bolsillos y del cuello, ¿o serán cencerros?, deportivas de colores brillantes; vamos, lo que viene a ser el atuendo al uso de un chuloputas del Este. Como de costumbre, Slobodan o Vladimir que se dirige directamente a la maquina tragaperras donde se pasa la mañana (eso cuando le deja el chino que también la toma prestada como oficina); siento curiosidad por saber qué toca ahora, el carajillo o la bebida isotónica. Parco en palabras, aunque a veces, cuando lo acompañan otros dos compatriotas de aspecto tan patibulario como el suyo, el chaval es que no calla; eso sí, si no me defiendo en ruso como para hacerlo en serbocroata, búlgaro, albano-kosovar o lo que sea que habla el cabeza bola. Claro que de sus otras paisanas de metro noventa con tacones y estilismo de club de carretera con las que a veces le he visto acompañado bajando por Gascona a lo, dabai, dabai, guapasss, señorriiitasss muy guapasssem>, ni rastro, oyes.

En fin, hojeo a toda hostia el periódico buscando algo que no me provoque angustia o nausea, vamos, algo en lo que salga Rubalcaba o Mayor Oreja, y justo cuando me dispongo a salir, casi que me doy de bruces con la típica señora de moño anticapa de ozono y abrigo de piel del Oviedín. Así que cuando me dispongo a advertir a la señora de que se ha equivocado de lugar, que aquello no es la sede de Cáritas o la entrada al Bingo, sino una cafetería de currelas de al final de Foncalada, va ella y me ofrece participaciones para la Lotería del dos de diciembre. Joder, joder, rusas cazalleras, rateros profesionales, pederastas balcánicos y burguesitas caídas en desgracia, vamos, lo que solía ser la fauna habitual en un gulag soviético;

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