viernes, 14 de octubre de 2011

EL JUEZ Y LA ZORRA


Es voz común que a más del mediodía,
en ayunas la Zorra iba cazando;
halla una parra, quédase mirando
de la alta vid el fruto que pendía.

Causábala mil ansias y congojas
no alcanzar a las uvas con la garra,
al mostrar a sus dientes la alta parra
negros racimos entre verdes hojas.

Miró, saltó y anduvo en probaduras,
pero vio el imposible ya de fijo.
Entonces fue cuando la Zorra dijo:
«No las quiero comer. No están maduras».

No por eso te muestres impaciente,
si se te frustra, Fabio, algún intento:
aplica bien el cuento,
y di: No están maduras, frescamente.


("La Zorra y las Uvas", de Félix María Serafín Sánchez de Samaniego Zabala)


Citaba hace una semana en LA NUEVA ESPAÑA un colega del juez Del Olmo esta conocida fábula de mi paisano Samaniego como introducción a la polémica suscitada por no considerar insulto el apelativo de zorra por parte del agresor de una víctima de violencia doméstica. El juez en cuestión reprobaba a todos aquellos que se le habían
echado al cuello de su colega sin apenas leer la sentencia. Decía que de haberlo hecho no habrían tenido otra que convenir que según el contexto en el que el agresor había usado la palabra zorra, ésta, en efecto, no tenía como fin identificar a la víctima con su acepción de prostituta, puta, mujer de mala vida que ofrece su cuerpo a cambio de dinero, sino más bien con la de animal que camina siempre alerta en percepción del peligro.

Y tenía toda la razón del mundo el juez en cuestión. Con la sentencia en la mano, y por muy hijo de puta que consideremos al agresor, que lo sigue siendo por muy aficionado que parezca ahora a la zoología, la utilización de la palabra zorra era tal cual dicen los términos de la susodicha. De hecho, hasta la misma abogada de la víctima salió a la palestra para apoyar al juez en ese punto y rebatir la acusación que le habían hecho por todas partes de intentar rebajar la afrenta supuestamente cometida a su defendida con la palabrita de marras.

El juez Del Olmo se había limitado a aplicar la ley stricto sensu, ateniéndose en exclusiva a los hechos y poco más. Pero claro, todo esto sacado de contexto da el titular de un juez que no considera insulto la palabra zorra a una víctima de violencia doméstica, una verdadera aberración de ser cierto. Pero no lo era, y aún así, la que le ha caído al pobre. Ya no se trata de que los periodistas no contrasten sus noticias o apenas lo justo, es algo mucho peor, mienten a sabiendas siguiendo ese precepto irónico de su profesión de que no permitas que la verdad te estropee una buena noticia. Y según parece a eso se pusieron con denuedo, a linchar mediáticamente al juez Del Olmo por lo que fuera, por lo jugoso de la noticia en sí o las antipatías del medio de turno hacia la persona de un juez bastante conocido. Claro que si sólo hubieran sido los titulares de los primeros días. Pero no, a lo largo de la semana, y qué decir del finde con las firmas de relumbrón de los diversos suplementos dominicales, la noticia, ya desmentida hasta por la misma abogada de la víctima, recuerdo, siguió sirviendo de anzuelo a gente muy reputada, de los más alto de su profesión, para elaborar sesudos artículos en los que, aparte de poner al juez a caer de un burro, deslizar más de una maldad a cuenta de su biografía o de lo que fuera, desacreditarle en suma, también aprovechaban la pura anécdota para advertirnos del machismo imperante en nuestra sociedad, del que todavía abunda en altas instancias como la justicia, el desamparo de la víctima ante jueces carcas o directamente misóginos como ese en el que querían convertir a Del Olmo, todo ello situaciones reales que, sin embargo, al serlo sobre una mentira, adquiría la categoría de una mera historia trillada, la cantinela recurrente del articulista progre de turno y poco más a los ojos de los que prefieren ternerlos siempre cerrados y si encima les das motivo no te digo ya.

¿Infamia? Puede, pero sobre todo frivolidad, o lo que es lo mismo, el enésimo ejemplo de falta de profesionalidad por parte de unos medios que ya uno no puede estar seguro si lo desinforman por las habituales razones sectarias o empresariales, o por el simple hecho de no permitas que la verdad te estropee una buena noticia. Vamos, resumiendo, que la veracidad o no de la noticia, incluso estando ya desmentida públicamente, se la sudaba muy mucho con tal de tener algo de lo que escribir, algo con lo que escandalizar al personal, algo que vender. Pues eso, lo de siempre; suma y sigue.

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