jueves, 13 de octubre de 2011

LOS CAPRICHOS EN EL FONTAN


Hay una preciosa exposición temporal en el Museo de Bellas Artes de Oviedo de los famosos Caprichos de Goya. Una verdadera gozada para recordarlos y sobre todo verlos de cerca, dado que la mayoría de ellos nos son conocidos hayamos estudiado o no al genial pintor aragonés, ya que forman parte del imaginario de todo español desde muy pequeño, los hemos visto aquí y allí incluso sin pararnos a pensar en su autor, diríamos que son los grabados que ilustran lo más oscuro y feo de nuestro pasado.

Siendo así, cómo no engatusar al mayor de seis tiernos años con que no se iba a aburrir, él que tanto dice gustarle garabatear sus propias pesadillas, como también hacía mal que bien su orgulloso padre. Fue decirle que iba a ver seres mágicos y monstruosos por doquier, vamos, personajes con cabeza y extremidades de bestias, bestias con cabeza humana, diablos, brujas, vampiros, curas y beatas, y plantarse el primero a la entrada del palacio de Velarde. Luego ya se encargó papa de soltarle la chapa a cuenta de cada grabado, que si la Inquisición por aquí con sus curas sádicos, sus herejes con el capirote y el sambenito, el populacho como quien va un domingo por la tarde a ver jugar al Sporting, los akelarres por allí con sus brujas y cabrones, el alegre populacho del diecinueve con sus vicios y supersticiones, los poderosos con sus abusos e hipocresía, los sueños de la razón que producen monstruos. No creo que me entendiese ni una cuarta parte, no al menos hasta que ya no pudo más y saltó un resorte en su cerebro que le dijo; ¡¡¡anda y corre, salta, escapa de tu padre!!! Tengo para mí que fue cuando tocó explicarle quiénes eran esas señoras que aparecían en los grabados atendiendo de modo harto cariñoso, descarado más bien, a unos vejestorios con la baba por el suelo; lo que digo, suerte que el crío ya no pudo más y se puso a dar brincos por toda la sala de exposiciones.

En cual caso, uno ocasión única para disfrutar de lo que en su tiempo fue lo más parecido al humor gráfico de ahora, y más en concreto a las viñetas que ilustran con humor, y a veces no poca mala leche, la actualidad de los periódicos. Eso mismo era lo que hacía Goya con sus grabados: denunciar lo que veía desde el punto de vista de un ilustrado al que luego, tras la gabachada, denunciaron como afrancesado, pero que apenas se limitó a hacer otra cosa que retratar la pudredumbre de una España en lo más bajo de su decadencia a todos los niveles; como que no le habrían dado también pocos palos ni nada hoy en día los mismos tribunales de la Inquisición que hoy retransmiten a diario en cadenas como Intereconomía, Veo 7, La 10 y demás carcundia mediática.

En fin, una ve los Caprichos de Goya y no puede sino recordar a esos otros ilustradores de nuestros días que ponen imágenes en tinta como hacía el sordo de Fuendetodos. Así recordaba al Roto, a Forges, a Fontdevilla, Vergara, Pachi e Idigoras, Gallego y Rey o cualquiera de los de EL JUEVES. Claro que la calidad y hasta la trascendencia no es la misma, que la inmediatez del humor gráfico a veces no es propicia para demasiados alardes artísticos; pero el fondo creo que es el mismo.

Otra cosa sería lo de la trascendencia ya citada. Dejando a un lado la calidad de los grabados de Goya, sus temas aún por muy propios de su tiempo casi que lo son de todos. Sin ir más lejos, ayer a la mañana después de la visita al museo, tomando una sidra en el Fontán, dos energúmenos de veintipocos, hablando a gritos a nuestro lado, con la música del móvil a todo volumen como si estuvieran solos en el mundo, como si todos los presentes tuviéramos que deleitarnos con la bazofia pachanguera que vomitaba su móvil por toda la plaza. Los mirabas con cara de odio infinito a ver si recapacitaban, si te permitirían disfrutar de tu aperitivo en paz, y ni por esas, ellos a lo suyo que por algo eran jóvenes y por lo tanto impunes, el mundo es de los descerebrados que tienen que vociferar su estulticia mental para que todos nos enteremos de qué es lo que les ponía, cómo iban de puestos, cuáles era sus planes para el resto del día, y, sobre todo, que eran de Llanes, tú, dato importante para todo hijo de vecino, muy importante. Qué suerte tenéis, pensarían que había que haberles dicho, cuánto os admiramos y hasta envidiamos por ser los dos idiotas más grandes de todo el concejo de Llanes, ho!

Pues eso, como en la ilustración de arriba.

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