sábado, 15 de octubre de 2011

Parez que lo llevou el sumicio


Hay una casa en un recóndito y agreste paraje en las inmediaciones del concejo de Llanera en Asturias, al pie de la montaña, como donde vivía aquel bambino cuya madre siempre se había ido ya cuando llegaba él a buscarla, que por algo sería, donde yo no sé qué hostias pasa, si será cosa de los trasgus que no paran de corretear y chillar por toda la casa, de la xana con acento gabacho que ayer estaba indispuesta o del doctor diañu burlón que habitan la casa, que siempre que recalo en ella amanezco en la cama de la mía con un resacón de mil pares de cojones. El caso es que anoche apoderóseme de mí una vez más el pesadiellu que habita entre las botellas de uva Riesling y Tempranillo con un poco de Graciano, y menuda noche me ha dado el muy cabrón. En fin, mira que está uno acostumbrado a su trasiego de botellicas de rioja del fin de semana y tal sin que luego se le resienta a uno el cuerpo gran cosa; pero, es aventurarte en el territorio mágico astur y acabar horas más tarde a hostias con todo tipo de seres mitológicos en forma de pesadilla, ya se sabe: pesadiellus, ventolinos, espumeros, llavanderes, serenes, pataticus, guestias, xanes, trasgus, lluberus, ñuberus, cuelebres... la hostia en verso. Demasiada mitología para el cuerpo, y ya no digo nada si encima hoy hubiera tocado Guaxa o lo que fuera...

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