lunes, 24 de octubre de 2011
LA REALIDAD A TRAVÉS DEL TEMPRANILLO
Anoche durante el programa Salvados de la Sexta. Llegaba tarde el follonero a la cita con Iñaki Anasagasti en una conocida sidrería del casco viejo de Bilbao -donde servidor, por cierto, se ha comido sus buenos chuletones y echado algún que otro txotx-. Llegaba a mesa puesta, sí, pero también con la botella de vino abierta desde hacía ya un buen rato, medio escondida, pero por la mitad, que a ver con qué si no iba a matar el tiempo el jeltzale. Así que se sienta a la mesa el Évole y comienza la entrevista a cuenta de la noticia de la semana. Su señoría muy correcto, no va a estarlo, si a la que pueda de recita de carrerilla la postura oficial de los herederos de Sabino, que si la paz tal o cual, que si el momento de la palabra, lo peor en los pueblos pequeños donde eso de la democracia todavía no lo tienen muy claro. Muy claro y directo Iñaki, con alguna que otra tontería que ya no sabes si la suelta por jeltzale o por bilbaíno. Pero bueno, el Jordi que a ver si toca brindar por ello. Faltaría más, la duda ofende con la botella sobre la mesa pidiendo guerra desde hace un buen rato; vamos a darle al tempranillo, o algo así se permitió decir el Iñaki como si las cámaras no fueran las del programa del follonero sino de ese otro culinario del Imanol Arias y el Echanove, que se llama "DE TRIPADAS POR ESPAÑA A CUENTA DE LA RTVE" o algo así. Así que otro copazo para el gaznate. Y luego ya a desbarrar a fondo, que si Franco y el rey, vamos, lo de siempre, la Biblia en verso y el copón bendito.
Y que sí, yo de acuerdo, casi que con todo lo que decía el senador o ex-senador, ahora no caigo ni me apetece documentarme; pero, coño Iñaki, que ya te había salido el mapa de la Rioja Alavesa en un carrillo y en el otro la de la Alta, que para estar de palique en el txoko o de txikitos por lo viejo, pues bien, ahí a fondo, qué hostias, sirve otra ronda. Pero, chico, que estabas en la tele, en representación de los tuyos, a qué viene eso de enseñar los mensajicos que te manda Urkullu. Sólo te faltó decir "mira si me quiere el Iñigo que me manda un msm cada cinco minutos; no puede vivir si mí el pobre..."
Ya bueno, apenas una anécdota chusca, sí. Pero, ya luego entrevistando el follonero a Jesús Egiguren, va éste y confiesa, ya no solo que siente aprecio por Otegi o Rufi Etxeberria, sino que incluso tenía apalabrada una botellica de Rioja con Arnaldo para dar debida cuenta de ella mano a mano en cuanto lo del anuncio ya histórico de ETA. Una confesión que, insisto, solo puede servir para que los ladradores profesionales de la carcundia mediática echen más leña en la hoguera en la que queman a Egiguren cada día; no por nada son bien conocidas sus declaraciones de que cuando estaban de conversaciones con Otegi y Josu Ternera, se iban junticos a comerse sus chuletones con buen vino entre una reunión y otra. Y claro, eso de confraternizar con el enemigo a base de papeo y buen bebercio no se puede consentir. Por no hablar del significado simbólico de querer beberse una botella de vino mano a mano con otro, cosa que solo se hace con los amigos de verdad, que ya se sabe que una cosa es ponerse ciego de sidra, txakoli, kalimotxo, gintonic o de lo que sea, pero el vino tinto, el buen vino, se bebe no para emborracharse, sino para confraternizar aprovechando el tiempo pausado, de degustación, que requiere cada caldo, lo que da para hablar de lo humano y lo divino, hasta de tu suegra o el acercamiento de presos.
Y con todo, servidor que se quedó meditando sobre la imagen que debía transmitir esta querencia manifiesta, obsesiva, de los vascos por el buen beber, esto es, por el vino tinto casi que en exclusiva, por el rioja para no andarnos con rodeos. Y no me refiero precisamente en la imagen que podemos dar, que allá cuidado al que le parezca mal, anda y que se joda, que como decía aquella bilbainada que cantaba mi padre cuando nos llevaba en coche de pequeños; y al que no le guste el vino es un animal, o no tiene un real...; sino más bien en la imagen que nos hacemos de la realidad dependiendo de la cantidad de tempranillo que llevemos encima.
De ese modo, ¿alguien puede estar seguro de que las declaraciones de Anasagasti hubieran sido las mismas, igual de sinceras o crudas quiero decir, con la botella más o menos llena? Así pues, llegamos a la conclusión de que la mayoría de nosotros vivimos o pensamos tres realidades diferentes acerca del llamado problema vasco, tres maneras distintas de ver la realidad; una sobria, también llamada de recién levantado de la cama, otra ya cargados hasta cierto punto de tempranillo, o del poteo del mediodía o de entre semana, y una tercera, o del poteo de la tarde-noche o fin de semana, ya cargado de mucho, pero mucho, tempranillo, vamos, a reventar. De cuál de las tres maneras puede ser la que mejor explique las razones de la tragedia vivida durante estos casi cincuenta años, siempre a tenor del mal beber de algunos, es tema que tendrán que tratar otros más cualificados o cualificados a secas.
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